Capítulo III. «Licántropos»

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Calum no era como ellos. Aunque era un llamado por el Sol, parecía mucho más apagado, había algo oscuro en él, tenía ojeras, su cabello estaba corto, era rubio oscuro, y había una mueca permanente en su cara, que acentuada por sus grandes ojos, daba un poco de terror. Su cuerpo seguía siendo fornido, más estaba bastante menos musculoso, más largo, esbelto.

—¡Por los Soles! —exclamó Nahtán, alzando las mano para pedir su propio tarro de cerveza, luego saludando a las chicas que bailaban en el centro de la fonda, para, ya después de formalidades, continuar su discurso—:  Hace mucho que no hablamos. ¿Desde la gran fiesta del Reino Luna en el invierno pasado?

—Vaya que sí —contestó Zedric, mientras se desparramaba también en su asiento, lleno confianza y alivio. Calum, irritado, rodando los ojos y también pidiendo al mismo tiempo más bebida, los interrumpió:

—Ni siquiera estuvieron juntos todo ese tiempo —dijo, tan apagado como siempre, sus labios de por sí alargados juntos en una especie de mueca, mientras, que en su mano izquierda, sostenía una vela con la que jugueteaba—. Estuvieron muy entretenidos con aquellas nobles Birdwind de cabello azul.

—¿Cómo no? Ellas eran hermosas y bastante experimentadas —dijo Nahtán, recordando aquel invierno, que venía a su mente de forma —. Todas las chicas Luna son dignas fuentes de satisfacción. Zedric también lo comprobó.

—Lo comprobé con todas —se burló Zedric, él y Natán se echaron a carcajadas.

—Con todas menos con las princesas, recuerda bien —dijo Calum. Su permanente mueca seguía presente, más sus ojos, antes expresivos, ya estaban mostrando bastante indiferencia.

—Ellas no cuentan —dijo Zedric, que se llevó la mano al estómago, no pudiendo contener la risa—. Son vírgenes y «puras», reservándose para el matrimonio. Simplemente son sumisas y se creen por ello.

—¡Por favor, Zedric! Es una vil mentira, sólo con ver Piperina puedes notar que es una fiera. No creo que sea virgen —observó Nahtán, con desición, como si aquello realmente fuera un misterio increíble e indescifrable—. Dicen que caza todas las mañanas, que tiene una colección de zorros salvajes que crió desde su nacimiento y que lucha mejor que el mismo Tenigan Furyion.

—Una furia impenetrable, literalmente —dijo Zedric, su mirada perdida y llena de pensamientos lejanos—. El día del baile traté de seducirla, pero me dejó colgado como un perro. Hablando de Tenigan, ¿Oyeron hablar de que quiere proponerle matrimonio a la princesa Amaris?

—¿Cómo no hacerlo? —respondió Nathán, tanta fue su risa que comenzó a escupir cerveza—. Esa noticia ha recorrido incluso los mares. Me encontraba en uno de los burdeles de las Islas de la Muerte cuando oí a una de las camareras hablar del tema. El chico está muy intimidado por ella. Hablan de que Amaris es tan difícil de atrapar como un pez en el agua.

—Tiene muchos entre los que elegir, incluso su belleza es exquisita —observó Calum, mirando hacia el horizonte como si pudiera saborear la belleza de la princesa—. Ha de haberse crecido bastante estos meses, además, me parece la más bella entre sus hermanas.

—Lo es, lo es —observó Zedric, cansado de aquella conversación, aunque también no queriendo recordar la belleza de esa princesa, que cortaba la respiración—. Ahora, ¿Podemos dejar de hablar de esas frías mujeres y enfocarnos en lo importante? ¡Festejar!

—¡Eh! ¡Eh! ¡Ah! ¡Eh! ¡Eh! ¡Ah! —exclamaron todos en la fonda, el grito de festejo típico en el Reino Sol. Los tres chicos chocaron sus tarros, divertidos, aun sabiendo que sería muy difícil realmente emborracharse debido a la tolerancia que ser llamados por el Sol les daba. En la caravana real seguro habría alcohol mucho más fuerte, pero odiaban pasar el tiempo con aquellos nobles creídos y vejetes.

Cantos de Luna.حيث تعيش القصص. اكتشف الآن