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Salimos una noche de luna llena, como bien había dicho el Jefe, y nos encaminamos hacia las lejanas tierras del norte, que era dónde la reunión había sido organizada. Era el lugar perfecto: nevado, o, mejor dicho, congelado, y dónde prácticamente no vivía nadie. Además, casi carecía de vigilancia, lo cual nos venía de perlas. Pero mi subconsciente estaba intranquilo, y me permitía descansar como de costumbre. No había vuelto a ver a Nicco. Bueno... ni yo ni nadie más. Parecía como si se hubiese esfumado, que era probablemente lo que había hecho. Necesitaba espacio. Era comprensible.

Habíamos salido tan tarde con el fin de llegar a primera hora de la mañana a una estación de aerodeslizadores oculta en una diminuta y discreta cordillera. La idea era coger un pequeño aerodeslizador allí, y partir hacia nuestro destino.

Había cogido una bolsa para llevar mis cosas de aseo y mudas. Pensábamos que, aproximadamente, volveríamos al campamento entre cuatro días, y una semana después, y no se me había permitido coger nada de peso, por lo que había tenido que conformarme con lo que llevaba.

El camino se me hizo largo. Con el estómago vacío, y el cansancio sobre mis huesos, no fue un viaje agradable. Tuvimos que alargar el camino y evitar toda clase de ciudades, ciudadelas, pueblos, carreteras, etc... Ya me entiendes. En una ocasión, tuvimos que introducirnos en un oscuro bosque poblado de animales e insectos, cosa que no me agradó en absoluto, por si lo dudabas. Aunque subir montañas no había sido una idea mejor.

Cuando el sol estaba saliendo, y los primeros rayos iluminaban el horizonte, vimos la pequeña estación. Estaba escondida en un ínfimo valle que parecía artificial. Tuvimos que bajar la montaña a toda prisa, y estuvimos hablando un rato con los supervisores, que también eran evolucionados. El piloto que nos acompañaría durante las horas que íbamos a pasar en el aerodeslizador, se nos presentó muy amablemente. No parecía mal tipo. Nos llevó hasta una máquina negra, recién pintada. Nos ofrecieron un par de armas de fuego a cada uno, en caso de que el tráfico aéreo fuese interrumpido por los humanos y nos viésemos obligados a utilizarlas, pero parecía poco probable; los humanos solo veían lo que querían ver. Fuimos la mayor parte del rato en silencio, hasta que el capitán de aquel trasto nos informó de que aterrizaríamos en breve. Salimos a pie del aerodeslizador y nos topamos con una montaña medianamente nevada. El Jefe me guió la mayor parte del tiempo. Le dimos lasa gracias a nuestro capitán y continuamos nuestro camino, que no fue tan cansado ni largo como el anterior.

De lo único que se me había comunicado era de que la reunión sería cuando el sol estuviese en más alto, al mediodía. Después de llevar un par de horas y media caminando, el Jefe vio un anuncio de motel, y decidimos parar para asearnos. Cogimos una habitación para cada uno y nos encerramos en ella durante... sabe Dios cuanto tiempo. Me metí bajo la ducha, y disfruté del agua, refrescante y limpiadora. Cuando salí, después de haberme enjabonado de pies a cabeza, cogí una de las mudas limpias de ropa interior y me la puse, junto con otro uniforme. El Jefe llamó a mi puerta justo cuando hube terminado de prepararme, y continuamos.

No muy lejos, junto con algunas nubes, vi un bonito grupo de montañas nevadas.

-Ya casi hemos llegado. Y hemos ido perfectos de tiempo. En un par de horas estaremos allí, puede que hasta antes – dijo animado, pero cansado a la vez.

-Qué bien.

Él rio.

-Vamos, Thunderbolt, que no ha sido para tanto.

No tuvimos que subir mucho por las montañas, dado que el sitio a dónde íbamos estaba en el medio del valle, pero aún así me pareció agotador. Llegamos un poco antes de que la reunión comenzase, como el Jefe había previsto, por lo que me dediqué a investigar por aquel frío sitio. Era bello a la vez. Con sus pinos cubiertos de nieve y los pájaros volando por los cielos.


Finalmente, llegó la hora de la reunión. Un pequeño edificio se situaba entre unos pinos grandes y frondosos. El Jefe nos dijo que me metiese dentro. El edificio, más que un edificio, era una caseta moderna. Solo contenía una amplia habitación. Éramos en total seis personas. Una mujer que parecía no haber pisado una ciudad jamás, dado que vestía como si se hubiese vivido de manera salvaje toda su vida, no había cesado de mirarme desde el primer instante. Tenía un maquillaje peculiarmente salvaje, y vestía con pieles de animales y hojas. Las uñas de sus pies y manos estaban largas y roñosas y su rostro expresaba clara desconfianza, al igual que su postura corporal. Había un hombre que iba acompañado de otra mujer. Ambos rubios platino con ojos azules, casi incoloros. Se veía claramente, por su forma de vestir y sus abalorios, que estaban en lo alto de la pirámide social humana, y estaban sobrados de bienes. Por último, había un hombre, moreno, más humilde que la pareja, con una acogedora sonrisa en su rostro.

-Gracias por acudir a mi llamada. Es un placer teneros a todos aquí.

Los presentes asentimos.

-¿Qué sucede, Clark? No habíamos tenido una reunión tan precipitada desde... ¿tú te acuerdas, cariño? – le preguntó el hombre a su mujer, que negó con una sonrisa. Con que su nombre era Clark...

En aquel instante, una imagen de Nicco sonriendo cruzó mi mente.

-¿Eres tú la niña de la que todos hablan? – preguntó la mujer salvaje, inclinando la cabeza hacia un lado, y agradecí que me sacase de mi trance.

Yo tragué saliva, y tensé la espalda. ¿Por qué todos allí hablaban tan directamente... y con tanta confianza?

-Sí. Y sobre este tema venimos a hablaros – dije, fingiendo seguridad.

El Jefe, o, como había descubierto que se llamaba, Clark, asintió.

-Exacto. Gracias.

El hombre moreno habló por primera vez:

-¿Y qué quieres contarnos, pues?

-No soy yo quien va a hablar – dijo mirándome –, sino ella.

       

Comencé a hablar. Les relaté lo sucedido desde mi estancia en palacio, y ellos permanecieron callados, prestando atención a mis palabras, aunque poniendo alguna que otra mueca, dependiendo de qué contase. Estuve haciendo de cuenta cuentos durante, al menos, media hora. Con detalles incluidos, aunque saltándome partes que carecían de importancia. Al terminar, hice una pausa, y, finalmente, pregunté lo que el Jefe y yo buscábamos desde el principio.

-¿Estaréis de nuestra parte, u os mantendréis neutros?

Los cambiatonos evolucionados parecían dividirse en "pueblos", o, mejor dicho, regiones, y no estábamos obligados a apoyarnos entre nosotros si no era de nuestro agrado hacerlo porque estábamos ocultos, al fin de al cabo.

-Esto nos envuelve a todos, aunque no lo parezca – dijo el hombre de cabellos marrones –. Contad con nosotros.

-Y con nosotros – dijo la mujer rubia, aunque a su pareja no le hacía mucha gracia.

La salvaje nos miró, como si nos psicoanalizase.

-Con nosotros también.

El Jefe suspiró de alivio. Y todos salimos de aquel sitio. Nos enviaríamos cartas, o cualquier cosa, para mantenernos informados entre nosotros.

-Es una suerte tener a la chica selvática de nuestra parte. Ellos viven sin límites, y son los que mejor utilizan sus poderes. Y los que más potencial tienen – dijo cuando llegamos al aerodeslizador de nuevo.

       

Creo que me quedé dormida en el viaje de vuelta. Y fui directamente a la cama una vez hube llegado de vuelta a "casa".

La Reina Perdida [SC #1]Where stories live. Discover now