Capítulo 3

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Por la mañana fui a hablar con el comisario, fue todo bastante inútil ya que, querían que aporte información sobre lo sucedido y yo no recuerdo ni una puta cosa aún. Más frustrante fue saber que aún no tienen nada relevante para decirme de mi agresor, el tiempo pasa y en algún lugar hay un monstruo acosando a alguna otra chica o quién sabe quizás está esperando la oportunidad de terminar lo que no pudo conmigo. 

El comisario me informó que todavía están trabajando en el lugar donde me encontraron en busca de pistas y que mientras estaba en coma tomaron muestras de lo que pudieron sacar de debajo de mis uñas sucias en busca de ADN entre la tierra y revisaron mi casa en busca de algún indicio que ayude a la investigación, pero no encontraron nada. Mi casa estaba en completo orden cuando fueron. Acordamos en mantenernos en contacto, debía informarles cualquier recuerdo de los últimos tiempos y ellos me avisarían si descubrían algo importante. Me comentaron que podía tener custodia policial unos días más. Cuando estuve en el hospital un policía estaba del otro lado de la puerta vigilando quien entraba o salía de mi habitación pero cada vez que la puerta se abría lo veía dormido en una incómoda silla. También lo vi en frente de la casa de mis padres ya que ellos aceptaron su vigilancia. Desafortunadamente no iba a estar vigilando por siempre aunque lo que más hace es dormir, lo sacarían en unos días a menos que recibiera alguna amenaza o consideraran que estaba en serio peligro. No me importaba demasiado, no me hacía sentir más segura de todos modos, pero parecía una broma, algo común y sin importancia para la policía. ¿Cómo podían pensar que no estaba en peligro?. Estaban seguros que el tipo estaba muy lejos de aquí, pero si no tenían una sola pista, ¿de dónde surgía ese imprudente pensamiento?.

Salgo de la comisaría y comienzo a caminar hacia el que antes era mi trabajo, y espero conservarlo. La librería en la que solía trabajar estaba cerca de mi casa a unos cincuenta minutos en auto de distancia de la casa de mis padres, ambas ciudades son pequeñas y el camino que las une suele ser en gran parte sin población alguna. Es una zona geográfica con varias ciudades y pueblos pequeños rodeados por hermosos bosques que ahora me causaban escalofríos.

Llevaba en el bolsillo de mi campera un aerosol de gas pimienta que mi padre había insistido que mantenga siempre conmigo. Al principio tenía que mirar constantemente los carteles de las calles para saber que estaba yendo en la dirección correcta, pero a medida que me acercaba sentía más familiar el camino, y casi sin darme cuenta había viajado en el autobús y me encontraba parada frente a la puerta de la librería.

Empujo la puerta y al poner un pie dentro me invade el olor a libro nuevo, y me encanta, me siento en casa. Una campanita suena avisando la llegada de alguien a la tienda lo que hace que la mujer mayor de pelo blanco detrás de la caja registradora levante su vista y me brinde una cálida sonrisa.

—Hola cariño, llegaste —dice mientras rodea el mostrador y se acerca a mi—. Tú madre me llamó hace un rato me dijo que vendrías, bienvenida de vuelta.

Me asaltan algunos recuerdos como flashback. Recuerdo la sonrisa amable de la mujer cuando llegamos temprano a la librería para trabajar, también su ceño fruncido cuando nos regaña a Emma y a mi por gastarle bromas a Mason. Mierda, recordaba a Emma, peliroja, ojos verdes, y Mason un rubio simpático de ojos grises que a veces llevaba lentes.

—¿Estás bien? —me pregunta la mujer de avanzada edad, parece una dulce abuelita. Parpadeo y le sonrío un poco apenada.

—Lo siento intentaba recordar su nombre —me incomoda un poco no poder responder como los demás esperan, no quería olvidar a nadie.

—No te disculpes, soy Isabel, ya tendrás tiempo para recordar todo. Te acostumbraste muy rápido cuando empezaste aquí la primera vez, estoy segura de que lo harás más rápido que antes. ¿Por qué no pasamos a la oficina para hablar mas cómodas? —me ofrece indicando el camino.

DislateWhere stories live. Discover now