XXIII

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Cuando llegamos a casa me ayudan entre Xavier y Leo para poder llegar a mi cama.

No paré de llorar en todo el camino.

— No tenía idea que podía llegar a ser de los "borrachos llorones".— dice Xavier riendose. Es lo último que escucho hasta caer en un profundo sueño.

***

Me duele la cabeza y mi jefa me obligó a quitarme las gafas de sol que tenía puestas para tapar mis hinchados ojos. Incluso tengo ojeras.

Siquiera tuve ganas de vestirme bien arreglada. Traigo un vestido que me llega hasta los tobillos negro manga corta con escote en V, casual, con zapatos planos y el pelo lo llevo atado en un moño alto.

Para mi suerte, Lucas hoy no viene.

Según lo que Lauren me conto, a noche lo llamé borracha. Tengo recuerdos muy borrosos de eso. Pero si puedo afirmar sin que nadie me cuente que llamé a Lucas.

Para mi muy mala suerte mi jefa se enojó porque llegue veinte minutos tarde y me los descontó de mi hora de comer.

¡Que le den!

No puedo estar mas de acuerdo.

Pero pensar en las voces me hace doler la cabeza, porque incluso volvieron con fuerza. Es como si me hablara la culpa.

Ahora estoy frente a mi escritorio mandando mails, clasificando casos y preparando un listado para llamar a unas personas que iran a una sala benéfica organizada por Morgan&Morgan.

Me fijo la hora en el monitor y faltan dos horas y media para terminar.

Los chicos en cuanto me ven, me preguntan como estoy y Leo me contó que intente besar a Xavier. Obvio que era mentira. Los dos se burlaron de mi con eso por más de una hora.

Ahora estoy tomando un té en la cocina del despacho mientras mi jefa está en una reunion en donde me pidio no ser interrumpida.

Al fin tengo un tiempo libre, porque me la pase de un lado a otro por culpa del enojo de la señora Morgan.

— ¿Cómo estás cielito? — me pregunta Leo cuando entra en la cocina. Va hasta la alacena y saca el tarro de galletas. Me mira fijamente, esperando la respuesta, mientras le pega un mordisco a una galleta de vainilla.

— Me duele un poco la cabeza.— respondo haciendo una mueca. Hasta hablar me molesta.

— ¿Tomaste algo para eso? —

Niego con la cabeza y Leo sale de la cocina para volver con una tableta usada de Ibuprofeno. Le doy las gracias y me lo tomo junto con el vaso con agua que me da Leo.

— Te tengo una buena noticia.— dice una vez que termino de tomar mi té.

— Dime.—

— Bueno, no sé si es buena para ti. Pero si es divertida y buena para mi.— agrega señalandose a si mismo.

— Solo dimelo.— digo exasperada.

Leo hace una estúpida pausa dramática.

— El señor Allen acaba de llegar con tu secretario favorito.— suelta sin más.

Ocultas por el sol Where stories live. Discover now