XXII

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Creo que no tuve en cuenta el hecho de que no solo tuve un ataque, sino que también, abandoné mis tareas en horario laboral y al día siguiente falté sin consultarlo.

Por eso ahora, Xavier me está diciendo que debo decir cuando entre a hablar con mi jefa. La cual (por lo que se rumorea) no está muy contenta conmigo.

— Ahora entra, saluda y no digas nada. Deja que hable y no te defiendas. Cada palabra será utilizada en tu contra. — termina de decir y me da unas palmaditas en el hombro.

Asiento algo asustada pero ¡Vamos! Ni que estuviera en el juzgado y hubiera cometido un crimen.

Me paro frente a la puerta de su despacho y Xavier me desea suerte para luego desaparecer.

Tomo aire y toco la puerta.

— ¡Adelante! — escucho la voz amortiguada de la señora Morgan. Obezco y una vez adentro, cierro la pierta tras de mí.

Me acerco hasta estar frente a su escritorio pero no tomo asiento. Me siento como si estuviera en el despacho de papá, cuando de niña hacía alguna travesura.

— Seraphina, se que eres una chica responsable. — empieza a decir la señora Morgan una vez que deja de leer el papel que tenía en la mano — Y que haces todo lo que te pido y confío en que harás un buen trabajo, pero eso se ha evaporado con lo que hiciste ayer y el día anterior. —

Recuerda no decir nada, recuerda no decir nada, recuerda no decir nada...

¡Pero está enferma! Además vio a Caroline, ¿Qué esperaba?, ¿Qué vuelva a trabajar brincando como ponny encantado cantando "La felicidad regreso"?

No-o.

¡Callense!

— ¿Quieres decir algo? — pregunta la señora Morgan — Algo que deba saber.—

Niego porque no quiero que lo sepa. Podría hacer que me despida o que sienta lastima por mí y no quiero eso. Y sería demostrarle a papá que no puedo sola.

Definitivamente no quiero.

¿Recuerdas lo que paso con Lucas?

Sí, pero eso es diferente.

¿Cómo?

No es mi jefe.

Miento. En realidad es más o menos lo mismo.

No señora. — murmuro.

— Bien. — sentencia Morgan — Que no se repita. Puedes retirarte. —

Asiento y salgo cabizbaja y con una capa de humedad en los ojos que me nubla un poco la vista.

Llego a mi escritorio y me siento. Apoyo los codos en la mesa y me paso las uñas por el cuero cabelludo para luego taparme los ojos con las manos.

Odio esto.

Odio no poder hacer algo por la mierda con la que nací.

Como por ejemplo no tener a tu madre bilógica ¿No?

No, no, no, no. Basta, no vayas por ahí.

Las lagrimas se acumulan y es cuestión de segundos para sentirlas caer por mis mejillas.

— ¿Fue muy mal? — escucho que alguien pregunta. Cuando levanto la cabeza se trata de Lola.

Niego. Aún que puedo ver en sus ojos que no me cree pero fije hacerlo.

— ¿Quieres venir con nosotros? Saldremos a tomar algo por allí. —

Asiento porque no me vendría mal.

Ocultas por el sol Where stories live. Discover now