VII

2 1 0
                                    


— A nadie Daphne. — respondo mientras que con mi mano derecha me limpio la cara de forma poco femenina.

Daphne parece no tragarselo y se acerca para sentarse a mi lado.

— Perdona el olor, suelo salir a correr a esta hora. — dice acomodando su coleta.

— Lo sé, en Lungoff solías hacer lo mismo.

Nos quedamos en silencio por unos segundos.

— ¿Y? ¿Me vas a contar? — pregunta dejándose caer en el respaldo del banco.

— Fue una tontería. — respondo sabiendo que a Daphne no le cae bien Lauren. Se encargó de decírmelo una vez.

— No fue una tontería de momento que casi te da un ataque.

— No digas esa palabra, por favor. — digo apartando la mirada de la suya. No sé por qué pero me siento avergonzada.

— Esta bien. — la escucho suspirar. Asiento — ¿Vas a volver?

— ¿A donde? — pregunto, porque siento que se refiere más a mi casa en Lungoff que a mi casa aquí en la ciudad.

Ella bufa y pone los ojos en blanco.

¿Se está burlando de mi?

— Al departamento, tonta ¿A donde más?

¡Mierda! ¿Se lo decimos? ¿Le decimos que te fuiste sin rumbo y sin nada con que comunicarme?

La miro con los ojos muy abiertos y algo nerviosa.

Daphne espera una respuesta.

— Seraphina no me hagas sacarte las respuesta como a una niña de cinco años. — dice ya algo irritada — Y además no es necesario que me lo escondas.

Eso último me sorprende.

¿Qué esperabas? Te conoce más que tu a ti misma.

» ¿O me vas a decir que no tiene nada que ver con esa amiguita tuya?

La palabra "amiguita" la dice con un poco de desprecio. No digo nada porque ella ya lo dijo todo.

Me mira como diciendo "a mí no me puedes ocultar nada".

— Discutimos por una tontería. Yo me puse nerviosa y no quería hacer algo que luego me arrepienta. Lo mejor era que me valla.

No la miro a la cara cuando le cuento el resto.

Ella frunce los labios y se pone de pie.

— Te acompaño hasta la puerta. — dice tendiendo su mano en mi dirección.

Escondo mi alivio al tomar su mano y nos ponemos en camino.

****

— Cuando entres quiero que llames a tu padre, ¿entendiste? — me ordena cuando llegamos a la puerta del edificio.

Vinimos todo el camino charlando de mis primeros días en la ciudad.

No me había dado cuenta de lo mucho que me había alejado del lugar hasta que le conté de mi regreso a casa esta misma tarde.

— Gracias Daphne. — digo tomando el picaporte de la puerta.

Daphne me sorprende con un abrazo.

Las lágrimas empiezan a acumularse en mis ojos.

No quiero llorar.

Ocultas por el sol Where stories live. Discover now