- Oye, tengo nombre. Imbécil. – O'Malley respiró profundo sentándose en la banca más cercana.

- Veamos, ¿de qué color son sus sábanas? - le miré y luego a Holland, alzando los hombros, girando los ojos.

- Ah... no recuerdo el color, pero tenía un par de rosas, como en relieve, bordadas. – O'Malley palideció.

Sonreí internamente, y la otra parte tembló. Era cierto.

- ¿Cuadros...? – insistió sin tanto ánimo.

- Circulares, diría que, marcos barrocos y realmente no recuerdo las pinturas. Quizás... paisajes o algo así.

Volvió a quedarse mirándome fijo en silencio. Ladeó el rostro.

- Ya veo... - carraspeó – bueno, creo que debo ir a dar una ojeada.

Holland se quedo mirándolo, por un momento pensé le bloquearía el paso, así sería inútil, claro.

- Serías tan amable de venir conmigo... - Eso fue tan extraño. O'Malley se sintió como un niño asustado a punto de entrar a un consultorio médico.

- Por supuesto... - le vi irse tras el.

Esperé a escuchar sus pasos irse, y como pude me levanté acallando los gritillos en mi garganta por mi pie lastimado. Lo arrastré lentamente por la madera esperando no hacerles notar mi presencia. Pegué la espalda ala pared al doblarla esquina viendo como O'Malley sacaba dentro de su camiseta una cadena fina con una llave antigua en la punta. Ciertamente la llevaba consigo.

- Pasa primero. – Le ordenó a Holland, nuevamente como si le pidiera espantar al monstruo bajo la cama antes que entrara. Entrecerré la mirada y al girar el rostro O'Malley a la habitación, lo hizo con pánico, que ligeramente fue sustituido con asombro, algo que definitivamente le dejó fuera de lugar.

Le sentí entrar lentamente, luego a Holland preguntarle si estaba bien a lo que el respondió con un no tan celebre "si". Algo, desganado. La conversación continuaba, y mi pie comenzaba a arder de leve dolor subiéndome a la rodilla y extendiéndose a mis dedos.

- ¿No le afecta? – preguntó Holland, nuevamente. Segundos después hubo reacción, ligera.

- No... creo, que estoy curado... - había tranquilidad y amargura en su voz. Una rara combinación.

- Entonces, supongo, podemos re decorar esta habitación. – Presionó el anciano nuevamente.

- Tienes el permiso de hacerlo.

- ¿Lo tengo? – Pareció muy sorprendido.

- ¿Ya te empezó a afectar la vejez? Sí, puedes.

Ladeé los labios aguantándome una palabrota por como lo trataba. El barco se bamboleó de más y por un segundo rodé de la pared afincando mal el pie mordiéndome los labios para no gritar mientras me recomponía. Sentí un ruido sordo en la habitación donde se mantenían e intenté entre el dolor y paso rápido llegar de vuelta a mi cama.

Pero antes de siquiera dar dos pasos O'Malley apareció frente a mí, con gesto doloroso y posteriormente, enfadado.

- Es de mala educación espiar conversaciones.

Tragué grueso, el me miró por completo de arriba abajo deteniéndose en mi pierna adolorida, y luego subiéndola de vuelta a mis ojos. Miró a un lado, y finalmente tomó desprevenida cargándome en brazos mientras yo soltaba ligeramente un gritillo suave de asombro.

Saga Delucios: La Leyenda de O'MalleyTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon