Capítulo 4

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  Miraba a los cuadros en la pared a medida el bamboleo removía todo el barco. Lo extraño era que no estaba sintiendo mareos, y debería en base a haber pasado toda mi vida en tierra firme.

El chillido de la puerta me sacó de mis pensamientos, quién con una actitud totalmente distinta me sorprendió verle pasar como cachorro regañado, sin dejar su mirada de caníbal molesto. Estudió la habitación, en silencio esperaba a ver que rayos quería ahora.

- ¿Te agrada tú habitación? – Tocó un adorno de decoración. – Rodé los ojos.

- Al punto, O'Malley...

El me miró molesto.

- Oye, podría volver a descontrolarme, es mi barco. Estoy intentando ser amable... - apretó los dientes a modo de sonrisa, hablando. Eso me causó risa.

- Que sonrisa tan encantadora, hombre. Así cualquiera confía. – Rodé los ojos y alcancé una taza de té a mi lado, bebiendo lentamente, el arrugó el ceño. - ¿Qué?

- Si tienes frío que haces bebiendo ese brebaje, mujer. Toma vino, te mantiene caliente.

- Pues, tengo contraindicado el vino a las horas de la mañana. – Tomé un poco más.

- ¿Y también detestas el chocolate caliente? – Alcé la vista de mi taza. El sonrió.

- ¿Tienen? – Pregunté.

- Bueno, podríamos preguntarle a Holland, pronto bajaremos a las costas de Irlanda, por eso te mata el frío, podemos parar y comprar chocolate de taza y dulces.

Le escuchaba, encantada con la idea, pero preocupada por su cambio tan drástico de humor.

- ¿Eso me costará algo? – Estudié su rostro.

- ¿Costar? Serás mi mujer, no quiero mueras de hipotermia la noche de bodas. – Rodé los ojos dejando la taza a mi lado. Y... ahí estaba de vuelta.

- Pues me sirve mi té, muchas gracias.

Respiró profundo, calmándose. Sonó su cuello para liberar tensión y yo sujeté el edredón con fuerza esperando explotara.

- Me lo estás poniendo más difícil de lo que ya, es. Bien... - mordió su lengua, y cambiaba de posición buscando las palabras. – Discúlpame

Alcé una ceja.

- En otras circunstancias, ya te habría dejado en la primera parada, me da igual... - carraspeó – pero, haré una excepción e intentaré, llevarnos bien. – abrió sus manos exponiendo sus palmas como si fuese un premio él.

- Si crees que vamos a llevarnos bien...

- Pues la verdad me caes como una patada mientras duermo. – Cerró los ojos llevando sus manos a las caderas exponiendo su espada al costado del traje – ahora... así que te ofrezco una ligera tregua o meterte al calabozo mientras llegamos a la costa... tómalo o déjalo.

- Ya decía yo, que tanta caballerosidad tenía fecha de expiración. – Chasqueé la lengua mirándolo con desprecio. - Bien... si lo pones así no me queda de otra forma.

- Muy bien... Creo que hay un par de dulces que te gustarán. – Giró el rostro a la escotilla observando el mar.

Entrecerré la mirada, pensativa en el hecho de qué quería bajar a conocer, pero... la cuestión de mi tobillo. El parecía notar mi incomodidad.

Saga Delucios: La Leyenda de O'MalleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora