En el que Lino recuerda a Dina.

4.6K 290 61
                                    

"Las parejas deben amarse. Pero sólo la sangre pura renacerá entre todas las almas mortales, los impuros son sólo los rehenes de la esclavitud."

Libro Santo de La Historia de Creación de Desolación. Parte XXIX, acerca de la sangre Real.


Lino Red.

La espada se balanceaba de una mano a la otra. El brazo que estaba descansando por una fracción de segundo, disfrutaba del agonizante dolor de la soledad, expectante. Esperando la espada nuevamente, en un ciclo que parecía no tener fin. Los músculos de sus brazos parecían advertidle que estaban despertando, pero eso era lo que Lino quería. En el túnel en el que se encontraba, la oscuridad era agobiadora. Podía escuchar los gritos de la multitud afuera, esperando al príncipe, esperándolo a él. Sonrió amargamente y pensó que pronto estaría allá afuera, en un combate nuevo de espadas.

Los combates de espadas en la Arena -un coliseo perfectamente redondo, donde miles de personas asistían a ver el "espectáculo" amistoso- eran muy comunes dentro del Reino Rojo. Eran combates abiertamente, totalmente amistosos, debajo de las montañas donde vivían. Los duelos que se hacían a muerte no parecían ser bienvenidos dentro de las paredes del Reino, por lo que se hacían a escondidas, ilegalmente.

Lino dejó la espada en su mano derecha y, con la izquierda, se sacudió el cabello negro. Los bucles oscuros como el carbón eran una rareza allí, ya que todos poseían un cabello color tostado, rojizo. Lino se tocó la barba que parecía crecerle cada vez con más fuerza. Agudizó los sentidos y se relajó, pensando en su lenta y tranquila respiración.

Estaba tranquilo.

El duelo que iba a realizar era contra su hermano mayor, el heredero al trono Rojo.

El gong sonó con estridente fuerza, retumbando en el pecho del joven, que esta vez sí se alarmó. El cuero que poseía para cubrirle la mitad del pecho, le estaba haciendo picar en la piel, por lo que se lo acomodó con un gesto de disgusto.

Relajó los hombros. Suspiró con fuerza. Puso un pie delante del otro y salió con la cabeza en alto, no había nada que temer.

Las puertas del túnel se abrieron, haciendo que el sol lo iluminara con fuerza. Su piel tostada brillaba por acción de los rayos. La luz lo encegueció, pero pronto se acostumbró. Siguió caminando, frente a él, a más de doscientos metros, su hermano salía de su propio túnel con pasos agigantados, acercándose peligrosamente a él. Lino miró el cielo, ni una nube, sólo un cielo celeste profundo. El sol estaba arriba de su cabeza, era de mediodía.

Mira hacia las personas, todas gritan su nombre o el de su hermano, Tyrians, haciendo que se produzca un bullicio agotador para los oídos.

Una sonrisa de lado surca su rostro y aprieta la espada con fuerza. No tiene escudo, le parece una estupidez innecesaria. En cambio, su hermano poseía un escudo enorme de metal, una espada similar a la suya y estaba vestido con un traje del mismo material que el escudo. Una armadura pesada, de color tierra rojiza, con una capa bordó que podía pesar más de cinco kilogramos.

Lino observó su vestimenta. Totalmente pobre en comparación a la de su hermano, pero no necesitaba más que sus músculos y su espada para poder vencerlo a él o a cualquiera.

Su hermano mayor se acercó alarmantemente, alzó su espada hasta la altura de la cabeza de Lino, quien, con un rápido movimiento, la hizo chocar contra la suya, provocando un ruido a metal chirriante, que rompió los tímpanos de más de uno que estaba mirando silenciosamente el principio de lo que parecía ser una gran pelea.

The white Song ©Where stories live. Discover now