En el que Dina se prepara para su propia coronación.

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"Noche despejada

Carne demacrada

Huesos quebrados

Y cuervos quemados

Son los condimentos

Para la necromancia

Déjame revivir

Las sombras que hay dentro de ti"

Canción de Dina como regalo a su madre a la edad de nueve años.

Dina White.

Era una tarde espesa, las nubes danzaban bajo los pies de los habitantes de Blanco y la niebla había ascendido hasta allí haciendo que la visión se le dificultara a las pequeñas criaturas que parecían volar con sus trajes de gala, obviamente de color blanco.

La sirvienta personal de Dina, Sence Milithys, le estaba hablando sobre el duque al cual tenía que agradecer tan bello vestido. Aunque, en cierto modo, realmente no le estaba prestando atención; ella se encontraba en la ventana, mirando con melancolía el patio del Palacio, donde se iba a realizar la ceremonia. Hoy era su cumpleaños número dieciséis y la fiesta en el palacio era inminente. Les llegaba a todos la invitación formal y debían aceptarla y estar presentes, y digo todos porque realmente hasta la princesa era una invitada más. Hoy era el día de su coronación como princesa del reino Blanco, formalmente. Era la mejor fiesta que jamás se hubiera dado en cualquier reino, después de todo, ellos eran los principales reinantes. Su madre era la reina vigente, que aun buscaba un heredero hombre y un rey sustituto para su padre, aunque sin suerte. Éste había fallecido hacía ya tiempo atrás, cuando los Cuatro Reinos comenzaban a juntarse nuevamente para vencer el poder enemigo de las tierras lejanas; en esa guerra mucha gente murió, fue torturada e incluso violada. Fue una guerra devastadora entre los intrusos, los que viven en las Islas del Este, y los Cuatro Reinos de Desolación. Pero estos últimos fueron los vencedores, y aun conviven en paz.

Pasando el Mar Extenso, mucho después que el reino Azul, se encuentran otras islas con otros gobernantes. Muchos que han ido a ellas se han perdido para siempre, otros han sido encontrado en la deriva, luchando contra enfermedades demenciales y completamente extrañas. Los curanderos no podían hacer nada por lo que solamente los dejaban morir, luego de darles una droga que salía de las plantas de Sakuras blancos que tan poblado está el Reino Blanco.

La sirvienta de Dina había colocado el vestido en su habitación, era de color marfil, por supuesto. No había nada en todo el reino que no tuviera ese color, o plateado o blanco. El cabello de todos era de ese mismo color, y también los ojos. Tan blancos y tan vacíos como su alma. Por eso ella era tan apreciada y considerada una rareza y a la vez peligrosa; desde que los reinos se formaron, los reyes eran los más puros herederos que podían continuar el gen de su pueblo. Sus padres tenían la tez tan blanca que brillaba a la luz del sol, algo que sí había heredado; su cabello blanco y sus ojos plateados tenían forma, pero sobretodo vida... Algo que no había heredado.

Se acomodó en la ventana, junto a los almohadones que allí había, y se puso a cantar una canción con su voz triste y fina, de la que tantos hombres estaban enamorados:

Mi vida es un desastre

La muerte se aproxima

La realidad se escapa

Y mi mente se cocina

 

El amor se desvanece

The white Song ©Where stories live. Discover now