Prologo:

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ATENCIÓN:
ESTA HISTORIA HA PASADO POR UN PROCESO DE EDICIÓN. LA VERSIÓN ORIGINAL HA SIDO REESCRITA, Y NO SE VOLVERÁ A PUBLICAR EN ESTE O EN OTRO PERFIL.
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Sus ojos se abrieron de golpe, y al chocar la luz con estos, sus pupilas se encogieron. Volvió a cerrarlos y talló sus ojos, aún adormilado. De sus labios se escapó un bostezo, y sus ojos se abrieron de nuevo.

Dirigió su mirada al despertador que se encontraba en su mesita de noche. 6:46 am ¡Rayos! Entraba a la escuela en menos de quince minutos.

¡Maldito despertador! Había puesto seis alarmas anteriormente, y en vez de que sonara, se había apagado el estúpido aparato. Necesitaba comprarse otro despertador, uno que sí sonara a la hora en la que ponía su alarma. Esta era la sexta vez que le pasaba y llegaba tarde a la escuela, y gracias a eso, lo habían castigado horas extras limpiando pizarrones, borradores, mesas, barriendo pisos y demás cosas.

Saltó de la cama de inmediato y se dio una ducha lo más rápido que pudo. Ya estando completamente despierto y con ropa limpia, se colgó la mochila en un hombro.

Estaba por salir por la puerta cuando se acordó de que algo se le olvidaba, y se regresó por ello. Algo en lo que días anteriores había estado trabajando, y no le había sido nada fácil hacerlo, «estúpida apuesta» pensó. Después de haber agarrado la corona salió por la puerta, y entró a la habitación de al lado.

En la cama se veía un bultito bajo las rosadas cobijas que tapaban la cara de aquella persona. El chico quitó las sabanas con cuidado y depositó un suave beso en la frente de la niña.

—Despierta, pequeña —susurró, moviéndola suavemente.

—Um, Ni —susurró apenas despertando.

—Me voy a la escuela, despierta a mamá y papá que creo que se han quedado dormidos. Nos vemos al rato, hermosa.

—Okay —sonrió—. Te quiero.

—Y yo a ti, cosita —sonrió, depositando otro suave beso en la mejilla de su hermanita.

Seguido de eso salió casi corriendo en dirección a la escuela. Claro, después de haber agarrado un pan tostado de la cocina, y untarle mantequilla.

Sus pasos se escuchaban por los pasillos, ahora vacíos. Miró su reloj en la mano izquierda, sin dejar de correr.

7:18 am ¡Genial! Ya no entraba a la primera clase. Otra vez.

Al mirar hacia el frente vió algo borroso antes de que se tornara negro. No se dió cuenta de cuando se encontraba en el piso, sus cosas se habían caído por todas partes. Sintió las manos de alguien tomarlo de la cintura y el cuello para ayudarlo a levantarse. Estaba algo mareado, y sus ojos cerrados por el golpe.

Aunque sentía el contacto de esas manos tocando directamente la piel de su cintura. No se había dado cuenta de que cuando cayó su camisa se subió un poco, dejando ver parte de su abdomen levemente marcado.

—Uy, l-lo siento, no ví que venías corriendo y... lo siento ¿estás bien? —preguntó la voz de un chico, y parecía preocupado.

El rubio asintió con la cabeza llevándose también las manos a esta. Abrió los ojos finalmente, y cuando lo hizo se sorprendió. ¡Por Dios! ¡Era el chico de la cafetería!

—¡Hey! ¿Otra vez tú? —no pudo evitar decir, soltando una risita.

—Uh —se quedó pensando un momento, y algo hizo clic en su cabeza—. ¡Oh por dios! ¡Eres tú! —dijo sorprendido—. Yo... lo siento, otra vez —dijo apenado, quizá demasiado, porque se quedó algunos segundos en silencio—. Entonces... parece que no te alegras tanto de verme.

—Sí, bueno, hace unos días me tiraste café caliente encima de una camisa blanca, la mancha no se ha quitado, ¿Sabes? Y hoy me pegas con la puerta de tu casillero en la cabeza —comentó.

El castaño agachó la cabeza sin decir nada, pero se veía realmente apenado.

—¡Oh! Lo siento —dijo rápidamente el rubio—. Disculpa, no lo quise decir así —se disculpó.

—Está bien, fue mi culpa —dijo mordiéndose nerviosamente el labio, levantando un poquito la mirada.

—No, no, en serio —y ahora el que se apenaba era él—. De verdad que no lo quise decir así, yo...

Y antes de que se agachara a recoger su mochila y algunos libros, el castaño ya se los estaba entregando en la mano y con una sonrisa de disculpa en su rostro.

—Gracias, no tenías...

«No, espera, alto».

De repente pareció como si se hubiera acordado de que llevaba algo más con él, y aun no lo tenía en sus manos. Comenzó a voltear hacia el piso en todas direcciones, pareciendo buscar algo. Cuando lo encontró, se notó que se puso un poco nervioso y un muy leve sonrojamiento apareció en sus mejillas, delatándolo.

El castaño que estaba frente suyo volteó hacia donde el rubio miraba, y pudo ver algo extraño al lado de un bote de basura. Caminó hasta agacharse y cuando miró de qué se trataba, vio la forma de flores alrededor de una coronita. ¡Por dios! Era una corona de flores.

Sin darse siquiera cuenta, sonrió. Agarró delicadamente la corona y caminó de nuevo hacia el rubio, este lo miraba con algo de pena. El castaño lo miró a los ojos sin dejar de sonreír.

—Uh, esto... ¿esto es tuyo? —preguntó con voz suave. El rubio solo asintió muy apenado—. ¿En serio? —su sonrisa se hizo más grande—. ¡Vaya!

El rubio volvió a asentir con la cabeza, y abrazó sus libros fuertemente contra su pecho mientras sentía sus mejillas calentarse.

Niall se dio cuenta de que el chico lo miraba de una forma... extraña, ¿linda tal vez? ¿O tierna quizá? No podía leer bien sus expresiones. Lo vió acercarse a él, y muy lentamente levantó los brazos hasta la altura de su cabeza, colocó la corona de flores sobre su cabello, y acomodó en su lugar algunos mechones traviesos que se bajaron hacia su frente. Luego bajo sus brazos muy lento, sin dejar de mirar al ojiazul.

Un brillito apareció en sus ojos y un «woah» se escapó de sus labios.

El rubio sintió su cara arder, sus mejillas se habían tornado a un rojo, que parecía un tomatito. Uno muy lindo y tierno.

—Woah —volvió a repetir, asombrado—. Uh, yo... no te había visto antes con... la corona —dijo, pero apenas y se alcanzó a escuchar, de tan bajo que lo había dicho.

Y es que era tan simple el que no pudiera dejar de ver al muchacho frente a él. Ya que era poseedor de unos ojos preciosos e increíblemente azules, cabello rubio, estatura más baja que él, como unos diez centímetros. Y ¡Oh por Dios! Sus mejillas estaban completamente sonrojadas. ¡Y por si fuera poco! La expresión en su rostro lo hacía ver la cosita más adorable, tierna, hermosa, inocente y dulce que haya visto jamás en su vida.

¡Joder, qué chico más encantador!

Por Dios juraba que ese rubio le hacía dudar de su heterosexualidad.






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AngelPsicopatta
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¡Y todo por una apuesta! |Niam| (Reescrita)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora