Hostil

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«A esta hora, 16:57 cumplimos con informarles que el Presidente y su gabinete se han reunido para tomar decisiones respecto a la actual situación que afecta a nuestros hermanos alrededor del mundo y que muy probablemente llegue a afectarnos en poco tiempo.»

La noticia estelar no le hacía justicia al caos que ya se estremecía en las calles. Que los políticos se sentaran a tomar té de su elegante porcelana era absurdo. Debían estar en algún lugar seguro, jactándose de los beneficios de sus poderes corruptos. Pero ni siquiera ellos podrían esconderse de lo que se acercaba. El fin los acechaba a todos.

—Pá tenemos que salir de aquí, la casa no es segura —le explicó Ellie a su padre, escéptica por la situación—. En cualquier momento la gente va entrar y... y sabrá Dios lo que nos puedan hacer. Además ya no tenemos que comer —La voz le temblaba más de lo que intentaba ocultar.

El silencio y la mirada perdida de su padre la estremecieron aún más.

»¿Pá? Papá di algo por favor —le suplicó mordiéndose las uñas.

—Ellie, yo... ya estoy muy viejo.

—Eso no importa. Solo buscaremos comida y avanzaremos papá, a medida que puedas, hasta conseguir un lugar más seguro. Iré por Bea.

La joven decidida fue escaleras arriba en busca de su pequeña hermana, y volvió con ella en sus brazos, seguía dormida. Se encontró con un hombre diferente en la sala, una parte de su padre que no había conocido antes. Trataba de esconder las lágrimas.

»Papá, ¿qué estás haciendo? No me hagas esto, tenemos que irnos —le imploró y el llanto de ambos hizo que la niña se despertara.

—No... Ell debes ir tú y llevarla contigo. Entiéndeme... —le pidió a su hija apretando sus hombros—. Yo solo haría el camino más lento.

Un estrépito en el exterior incrementó el miedo en ellos. El sonido de botellas estalladas al impactarlas contra el suelo provocó terror en su hermana quien se abrazaba más a ella.

—¿Pá? —siguió rogándole también con lágrimas.

—Eres toda una mujer ya Ellie —le dijo sonriendo—. Tu madre estaría muy orgullosa de ti, eres fuerte y valiente. Ya no pierdas el tiempo conmigo. Yo, sólo, estaré bien. Prométeme que no te expondrás.

Después de un minuto en silencio, tragando las palabras de su padre, le dijo:

—Lo haré.

Lo besó y se encaminó con Bea colgando de su cuello, quien antes de abandonar su casa le exclamó con su tierna voz: —Adiós, papi.

Hace tres días que no veían noticias internacionales, pues ya no existían fuentes de información; la guerra iba pulverizando la vida en la tierra a cada minuto que pasaba. Sabían que solo algunos países de América no habían sido bombardeados. Lo último que escucharon por radio fue que las reacciones nucleares habían devastado el ochenta por ciento de Estados Unidos, y Europa había sido totalmente consumida. Solo los países sin conflicto político no serían objetivos de tan siniestras armas de destrucción, aunque era cuestión de tiempo para que la radiación afectara el resto de la población, eso asumiendo que los ataques se detuvieran ahora.

Pero esa no era ni cerca la realidad, y de por sí ya era deprimente.

Habiendo logrado esquivar cientos de personas, entraron al mall que estaba a doce cuadras de su casa. Dentro, las personas estaban transformadas, buscaban suministros como si los siguieran. El estómago de Ellie le molestaba incesantemente: nervios, miedo.

Con su pequeña hermana pegada a su pierna se movió sigilosamente sin interrumpir el camino del resto. Consiguió llenar su mochila con unas cuantas latas de lo que fuera y botellas de agua.

En los televisores se veían imágenes de la capital, las calles ardían, las tomas eran solo aéreas; noticias locales, era lo que quedaba para mostrar, hasta el último segundo.

Salieron rápidamente del mall, con el plan de resguardarse en alguna edificación. Solo que antes, debían enfrentarse al hombre que tenían de frente y les apuntaba con una pistola.

—Dame la mochila, ¡Ya!

Moviendo a su hermana detrás de ella, su respiración se aceleró.

—Ha... Hay más adentro, hay mucha... comida allí, puedes buscar la que quieras.

—¡Que me des la maldita mochila! —le gritó forcejeando para quitarle el bolso de la espalda. Pero ella luchó.

—¡No! Por favor —suplicó desesperada evitando que le quitase sus provisiones— ¡No!

El hombre respondió tomando a la niña y dirigiendo el arma a su cabeza.

—La verás morir ahora mismo.

—¡No! Toma, llévate la bolsa hay comida y agua, por favor, por favor no le haga daño, por favor —Se arrodilló ante él.

Empujó a la niña hacia ella haciendo que se rasgara su pantalón y raspara sus pequeños brazos con el pavimento.

Aliviada porque la niña estaba a salvo pero enfurecida consigo misma por permitir que atentaran contra su hermana, tomó una roca pesada que tenía a su alcance y la lanzó hacia el bandido que les hizo aquello, sin siquiera calcular la distancia y con toda la fuerza que creía tener. Solo para descargar la rabia contenida.

—Ell, ¿mataste al hombre malo?

—¿Qué? —Ellie levantó la vista y vio al hombre tirado a orilla de la carretera. No pensó que le daría.

Levantó a su hermana y fue hasta donde estaba el extraño. No debía acercarse demasiado, pese a que estaba inmóvil.

—¡Oiga! —le gritó pero no hubo respuesta.

Ella se había convertido en lo que temía, ¿lo había matado? Lo zarandeó intentando despertarlo, la sangre que emanaba de su cráneo era demasiada. Sí. Lo había asesinado.

—Por Dios, ¿qué hice? —se preguntó en voz baja, observó sus manos, su cuerpo temblaba—. ¿Qué hice?

Las personas seguían corriendo alrededor y ni siquiera se percataron de lo que había sucedido, de lo que ella había hecho. Colocó el morral en su espalda y cargando a su hermana, corrió.

Corrió a su hogar. Debían estar con su padre. Juntos.

Una luz brillante en el cielo caía libremente desde un extremo, eso solo podía ser...

—¡Papá! —gritó— ¡Papá!

Seguía gritándole a su padre desde lejos; lo vio salir por la puerta de frente, ella aun cruzaba la esquina de la casa anterior. Su padre miró el cielo a donde ella le señalaba. Hasta que la luz se desvaneció en el horizonte. Al gran estruendo le siguió un temblor, la tierra se sacudió, haciendo que Ellie cayera contra el suelo, una inmensa marea de fuego se acercaba; se levantó junto con su hermana. El aire era cada segundo más caliente, su padre también corrió hasta alcanzarlas, y un abrazo los fundió junto con todo lo que quedaba de vida alrededor.


#Fin#

Pedazos de TiempoWhere stories live. Discover now