Capítulo 60

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Tu primera quimioterapia sería un lunes y el fin de semana antes nos fuimos fuera se la ciudad, a una provincia llamada Samaná ubicada en la parte noreste de la isla. Era una zona turística pero no estaba tan explotada como Punta Cana.

Una de las tantas atracciones que posee Samaná y por las que es más conocida es por el espectáculo o avistamiento de las ballenas jorobadas que venía a la costa a reproducirse.

El lugar era hermoso, diferente a lo que frecuentábamos. Lo que si no era agradable era la carretera, lo admito le temía y aun le temo por todas las curvas que posee.

-Yo no me voy a subir en esa cosa. -Dijiste señalando la embarcación que nos llevaría al santuario de las ballenas. -Esos animales pueden hundirnos.

-Hael, Ariel nos protegerá.

-¡Ariel ya no vive en el mar!

-Yo estaré contigo mi amor, no tengas miedo.

-¿Y si se hunde como el Titanic?

-No vamos a morir porque estas aguas son cálidas.

-Está bien, pero no me sueltes.

El paseo fue inolvidable, una experiencia única. Las ballenas nadaban cerca de nosotros y en ocasiones salían a flote y daban una que otra pirueta... No son animales entrenados, las ballenas son libres nadie las mantiene privadas de su libertad y solo visitan la isla una vez al año.

-No puedo creer que esté con vida. -Llegamos a tierra firme y te acostaste en la arena. -Te amo suelo.

-No seas dramática. -Te ayudé a levantar y te cargué en mi espalda. -A mi me gustó la experiencia.

-Una ballena nos escupió.

-Nos salpicó de agua. -Te corregí y golpeaste mi cabeza. -No hagas eso.

-No me corrijas. -Besaste mi cuello y continuamos caminando. -Yo no me bañare en la playa.

-¿Por qué?

-Tiene semen de ballena. -No pude evitar reír y tuve que detenerme por varios minutos a tratar de calmarme. -Imagina que salga embarazada.

-Ya deja de decir tantas cosas mujer. -Respire profundo y volví a cargarte. -Un día me vas a matar con tus ocurrencias...

Llegamos al restaurante y comimos un delicioso pescado frito bañado en salsa de coco y un excelente moro de gandules.

-Amor, iré por la receta para prepararlo en casa. -Dije sonriente. -Esto está delicioso.

-Pero tu lo cocinaras, yo solo comeré. Es el trato que tengo.

-No me convence mucho tu trato.

-Es que tu novia, estará muy cansada por el tratamiento y no tendrá fuerza para nada.

-Excusas, casi me convences, pero no hay trato. Lo empezaré a preparar cuando estés mejor y así me ayudas.

-Ya veremos Nicolás Betancourt, ya veremos.

Luego de un maravilloso fin de semana, los nervios se había apoderado nuevamente de nosotros. Esa noche casi no pudimos dormir.

***

Llegamos temprano al hospital, y tramitamos todo el papeleo y al medió día ya estabas en la habitación correspondiente.

Los doctores habían sugerido la implantación de un catéter central en tu pecho pero tu te reusaste. Tenías un... Pequeño trauma con estos, puesto que uno de tus tíos había muerto desangrado mientras usaba uno de estos.

-Yo lo haré. -Dije a la enfermera que estaba a punto de canalizarte. -Relájate amor. -Coloqué la vía y luego deje que la enfermera hiciera su trabajo.

-Tengo mucho frío. -El castañeo de tus dientes se escuchaba en toda la habitación.

-Es por el medicamento amor. -Te coloqué otra manta y tomé tu mano. -Cuando te coloquen el otro medicamento querrás que te quite todas estás mantas.

-¿Me dará mucho calor?

-Sentirás la misma sensación que te produce el medio de contraste, pero más agudo.

-Ahora tengo mucho sueño...

-Duerme amor, estaré aquí para cuando despiertes.

Tu primera sección había tenido una buena aceptación en tu cuerpo, obviando los efectos secundarios. Los cinco días pasaron con mucha rapidez y nos encontrábamos en casa.

Tu mamá se quedaba contigo mientras yo trabajaba, los días de semana tenía que hacer turnos extras para pasar Viernes, Sábado y Domingo junto a ti, era bastante cansón pero valía la pena.

Una noche mientras veía televisión estabas acostada sobre mi cuerpo, te habías puesto muy sensible y dependiente de mi, eso me encantaba, pero cuando teníamos que separarnos aquél sentimiento nos jugaba en contra... Esa noche jugaba con tu cabello mientras dormías, enredé unos cuantos mechones en mis dedos y tiré levemente de ellos, me sorprendí al ver que no opusieron resistencia, cuando vi mis dedos tenían hebras enteras de tu pelo. Repetí la acción con un mechón más grueso e igual salió todo... Ya estabas empezando a perder tu cabello.

Mi PequeñaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora