—Deben ser celos —comentó Rubén en una sonrisa burlona. —Si ni siquiera puedes recordar tu nombre, ¿Por qué recordarías a otra persona?

—Es cierto —sonrió de mala gana. ­—Tal vez estoy delirando.

—¿Estás lista para volver?

Observaron hacia el frente, el cielo se estaba aclarando, las luces comenzaban a apagarse y siendo las 6:38 de la madrugada se estaba dando inicio a un nuevo día en Italia. Suspiró, no estaba segura de lo que se encontraría por cada día que siguiera estando ahí, quizás en un futuro se arrepentiría de no buscar sus memorias, de no seguir sus impulsos con más fuerza, o tal vez estaba ahí para aprender y no estaba muy alejada de la realidad, tal vez, tal vez, habían tantas suposiciones, tantas preguntas que solo terminaba inclinando su cabeza hacia atrás y sintiendo sus músculos desfallecer otra vez, entonces apagaba esa parte de su cerebro que la hacía volverse loca en las noches.

Sí, volvamos de una vez —aceptó abriendo los ojos y deleitándose con un amanecer en Italia.

*

Viterbo, Italia.

11 de abril, 2003

Rubí no había llegado, sí, sí, sabía que aquella frase no tenía que preocuparle, ni siquiera importarle, pero en toda la maldita noche había estado atento, escuchando, esperando, pero nada ocurrió. ¿Consecuencia? Un humor de perros. Se había decidido levantar a las cinco de la mañana rindiéndose ante el insomnio para comenzar a moverse. Golpeó el saco de boxeo, corrió por toda la manzana y cuando dieron por fin las ocho de la mañana reingresó a la mansión viendo como un auto llegaba al estacionamiento. Los vio salir, venían conversando, Rubí parecía agotada, pero alegre mientras que Rubén parecía jovial, emocionado. Mierda, no estaba seguro de porqué se le revolvía el estómago ante tal imagen. Debía ser la falta de sueño, ni siquiera había pensado en comer, tal vez también estaba influyendo aquello.

Su mente dijo que tenía que avanzar, pasar de ellos hasta ingresar a la mansión, darse una ducha y despejarse un poco, pero a cambio fue directo hacia ambos, nuevamente su razón decía que estaba haciendo algo erróneo, no debería importarle, otra vez resonaba esa frase en su mente, pero su cuerpo estaba moviéndose por sí solo.

Señor —Rubí y Rubén se detuvieron al verlo, el francés realizó su cordial saludo con el respeto debido mientras que ella le ofreció una sonrisa que calmó a todos los demonios que se estaban revolviendo en su cabeza.

—¿Dónde fueron? —preguntó a Rubí, pero fue Rubén quien respondió.

Fuimos a Tarquinia por la paga del pizzo, pero Rubí no quiso volver así que después fuimos a las peleas clandestinas, lo siento, Señor, tome una decisión con un soldado suyo.

No tienes que disculparte —habló Rubí. —Fue divertido, golpee a mucha gente y ganamos bastante, si me hubiese quedado más tiempo seguro doblo lo que reunimos en la cobranza.

—¿Quién te permitió ir a los subterráneos sin mí? —Oh sí, estaba muy molesto y parecía que solo estaba dirigido a Rubí, pero como siempre la chica ni siquiera se preocupó por su tono de voz severo, no tenía miedo, jamás lo tenía.

—Me dejaste a cargo de Rubén ¿No? Soy parte de sus soldados, no, espera, asociados —indicó. Dio un paso, ¿acaso pretendía pasar de él e ignorarlo? No, claro que eso no iba a suceder.

En el momento en que Rubí avanzó Biago la tomó de los hombros apretándola contra su cuerpo mientras que su mirada se clavó sobre ella en una distancia mínima.

Rubí // Killer I: La Joya.Where stories live. Discover now