Capítulo 34

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No conseguí dormir nada aquella noche. En cuanto comenzaba a dormirme, la imagen de Katherine me asaltaba. Cuando empecé a escuchar algo de movimiento en el pasillo decidí levantarme de una vez por todas. Fui al baño a lavarme la cara y en el espejo descubrí una chica de larga melena rubia y ojos ensombrecidos. Desenredé mi pelo con el cepillo que había en el estante del espejo mientras escuchaba cómo alguien del servicio del Gobernador entraba a la habitación. Cuando salí del baño había ropa perfectamente doblada y planchada sobre las sillas. Cogí la que me correspondía y me la puse. Una bonita camisa blanca y unos pantalones vaqueros ajustados para combinar con unas  zapatillas planas blancas. Era un tanto informal, cosa que me sorprendió. Supuse que a ojos del Gobernador nosotros no éramos más que adolescentes, y no le faltaba razón.

Me incliné sobre la cama para darle un beso en la mejilla a Adonai pero este me sorprendió abriendo los ojos antes de que pudiera hacerlo.

— ¿Te he despertado? —pregunté.

— ¿Ya no recuerdas mis problemas con el sueño?

— Oh... Cierto...

— Aquí no tengo mis pastillas. De todos modos, creo que tú tampoco has dormido mucho.

— No...

La pequeña Diana soltó un adorable ruidito al estirarse en su cama.

— Buenos días —saludó con voz soñolienta.

— Buenos días, princesa —sonrió Adonai. —Vamos a vestirnos.

Mientras Adonai se preparaba, yo ayudé a Diana a ponerse el hermoso vestido azul cielo que habían traído para ella y después hice una larga trenza con su pelo.

— ¿Así que te llamas como yo? —dijo mientras terminaba de atar su trenza.

— Así es como me llamo desde hace un tiempo.

— ¿Antes tenías otro nombre?

— Sí, pero no lo recuerdo —mentí.

— ¿Estáis listas, chicas? —nos sorprendió Adonai con su camisa negra a juego con sus vaqueros.

Estaba realmente increíble.

Salimos juntos de la habitación para dirigirnos al comedor, donde supusimos que debíamos ir.

— Buenos días, familia —saludó Aiden, que estaba en el pasillo hablando con Edric.

— ¡Hola, Aiden! —respondió Diana en un tono absolutamente adorable.

— Hola, mini-Diana.

La niña sonrió por el chiste y bajamos las escaleras. Abajo nos esperaban un hombre y una mujer trajeados que nos invitaron a entrar en el comedor, donde nos aguardaba un delicioso desayuno. El Gobernador llegó el último de todos seguido de un joven de cabello castaño con un peinado algo impropio de su posición. Tenía la mitad inferior de la cabeza rapada, dejando su pelo con una longitud de apenas un par de milímetros, y la otra mitad del pelo más larga, tanto que la llevaba recogida en una coleta que dejaba libre su flequillo. Me fijé también en que llevaba un par de pendientes en la oreja izquierda, uno de ellos era un crucifijo. Sus ropas eran elegantes, aunque no demasiado. Llevaba las mangas de su chaqueta remangadas y la camisa por fuera del pantalón.

— Vuelve con tu hermana —dijo serio el Gobernador.

— Oh, por favor padre, quiero conocer a nuestros invitados —replicó él sentándose en una silla libre entre Agnes y Edric.

El chico no tenía unos rasgos demasiado llamativos, aunque sus cejas anchas y su media sonrisa le daban un toque carismático que resultaba bastante atractivo.

— ¿Qué tenemos aquí? —preguntó para sí mismo mientras partía un trozo de tortita con miel en su plato. —Dejadme adivinar... A juzgar por lo inquieto que pareces, tú debes de ser ultrarrápido o algo así, ¿verdad? —se dirigió a Rashid.

El chico se limitó a asentir con la cabeza.

— Caray, no hicieron un mal trabajo —añadió deslizando su mirada de uno en uno. —Realmente pusieron el listón muy alto con vosotros. Las empresas de cirugía estética se habrían arruinado si aún existieran —rió.

— Diego, es suficiente —le interrumpió su padre.

— ¿De qué está hablando? —preguntó la pequeña Diana.

— De tu cara bonita, pequeña —respondió Diego. —De la tuya y de la de tus amigos. ¿No creeréis de verdad que todos sois guapos y perfectos por obra del azar, verdad? —se burló.

— Por favor, explíquese —pedí.

— Diego, para —advirtió su padre.

El joven se quedó mirándome con el rostro pálido.

— ¿Ocurre algo?

— Nada... —carraspeó. —Fuísteis niños hechos a gusto del consumidor, vuestros padres decidieron vuestros rasgos tanto físicos como psicológicos, de forma que os crearon intentando reproducir una secuencia cromosómica lo más semejante posible a las peticiones de los padres. El problema vino cuando demasiadas modificaciones empezaron a dar lugar a sorpresas como las vuestras.

— ¡Por favor, llévense a mi hijo de aquí! —gritó el Gobernador.

Dos guardias tomaron por los brazos al chico y lo levantaron de la silla.

— ¡Puedo irme solo! —gruñó zafándose de su agarre. —Os habéis metido en la boca del lobo, espero que sepáis lo que hacéis —dijo mirándome antes de irse con los guardias.

— Os ruego que le disculpéis, es bastante... rebelde —dijo el Gobernador.

— ¿Lo que ha dicho es cierto? —pregunté.

— En parte sí... Se os creó bajo ciertas directrices, pero las mutaciones también se mostraron en los chicos anteriores que no habían sido creados de esa forma.

El resto del desayuno transcurrió en silencio, tan solo se escuchaba el sonido de nuestras bocas masticando.

— Aiden, ¿estás preparado?

— Sí, señor.

Aiden se fue con el Gobernador y a los demás nos llevaron al jardín privado de la mansión.

No sé si tendré lectores en Barcelona, o lectores que tengan familia allí. Siendo así o no, quería darles a estas personas mi pésame por lo sucedido y transmitirles mucha fuerza y apoyo. Este tipo de ataques solo tienen como objetivo provocar miedo y pánico en la gente, de modo que debemos ser fuertes y estar juntos en esto, no solo España, sino todo el mundo. De esta forma ellos habrán perdido. También sé que en Venezuela se están viviendo tiempos difíciles, así como en tantos otros países. En esta gran familia que Wattpad ha creado tenéis gente que os apoya y os manda un abrazo desde distintos lugares del planeta.

“Es mejor morir de pie que vivir arrodillado” - Dolores Ibarruri, La Pasionaria

Con mucho cariño,

Gaibiru.

Dime Quién Eres [2a parte]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora