Capítulo 9

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Llegué a la instrucción por los pelos, todos estaban en fila preparados para comenzar el entrenamiento cuando me uní al final de la fila.

- Tú siempre tan puntual -murmuró Amaru, que estaba a mi lado.

- Tú calla -repliqué aún jadeando.

- ¿Por qué no has venido volando?

- ¿No crees que sería un cantazo que de repente aterrizase aquí en medio?

- Cierto -rió.

- Y Kath, con Christian -oí la voz de Alan.

- ¿Qué? -pregunté aturdida.

- Entrenamiento por parejas -me susurró Amaru dándome un pequeño empujón.

Me reuní con mi pareja, un chico de piel aceitunada, ojos grisáceos y gruesos labios que me saludó brevemente y me mostró una cuerda.

Me reuní con mi pareja, un chico de piel aceitunada, ojos grisáceos y gruesos labios que me saludó brevemente y me mostró una cuerda

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- Tenemos que atarnos las manos con esto.

- Vale -respondí ofreciendo mi mano derecha.

- ¿Eres zurda?

- Quiero practicar con la izquierda.

- Está bien.

El chico ató la cuerda alrededor de nuestras muñecas y nos dirigimos a coger nuestras armas. Nos dieron unas espadas de madera así que eso significaba que valían los golpes.

- Me parece que hoy nos vamos a ir con algún que otro moratón -sonrió mi compañero.

- Eso habrá que verlo -dije convencida.

- ¡En fila! Vamos a hacer los equipos -anunció Alan.

Obedecimos rápidamente y nos fueron indicando que nos situásemos a un lado o al otro del campo de entrenamiento. Había cuatro equipos, uno en cada esquina.

- Voy a explicaros las reglas. Cada equipo va a tener un barril lleno de agua, será vuestro tesoro más preciado. Cada equipo deberá proteger su barril para que los otros equipos no lo rompan o perderá. Por lo tanto, el objetivo de cada equipo será romper los barriles de los demás sin que rompan el suyo, ¿entendido? -explicó Alan.

- ¡Entendido, Entrenador! -respondimos todos firmemente.

- Bien, los equipos que pierdan tendrán una agradable recompensa.

Todos sabíamos lo que aquello significaba.

- ¡Todos en posición! -gritó el otro entrenador. -¿Preparados... listos...?

Agarré mi espada con fuerza y respiré hondo.

- ¡YA!

- ¡Que tres parejas se queden protegiendo! ¡Y que otra venga con nosotros a por los otros barriles! -exclamó Christian.

De inmediato una de las parejas se puso a nuestra altura y nos dijo:

- Nosotros esquina frente izquierda, vosotros derecha.

Corrimos hacia la esquina que nos habían asignado, la más cercana. Sentí a alguien siguiéndonos de cerca y me giré en seco, parando el golpe con la espada y casi haciendo caer a mi compañero. Aproveché el momento de confusión para atestarle un golpe en la pierna a mi ofensor y Christian golpeó con tal fuerza la espada de la compañera de este, que salió disparada por los aires. Continuamos nuestro camino para adentrarnos en la defensa de aquel equipo. Habían dejado cuatro parejas protegiendo en lugar de tres, así que aquello iba a ser complicado.

- Vamos allá -animó mi pareja.

La primera pareja no tardó en echársenos encima. Defendimos algunos golpes y después me agaché repentinamente, barriendo con mi pierna derecha las de mi rival, que hizo caer con él a su pareja. Otras dos parejas defensoras estaban ocupadas con los otros equipos y aprovechamos al ver el camino libre. Un golpe seco en el muslo izquierdo me durmió la pierna entera y me habría caído de no ser porque Christian me sostuvo.

- Sorpresa -sonrió Cleo.

- ¡Te has pasado siete pueblos! -me quejé.

- ¡Se sienteee! -se burló arremetiendo de nuevo contra nosotros con su compañera.

Aproveché su excesiva confianza para darle un golpe en el estómago. Pude leer en su mirada el resentimiento. Aquellas peleas y piques eran normales y constantes entre nosotras, era una especie de juego permanente en el que nos íbamos apuntando mentalmente los golpes que le debíamos a la otra.

Christian tiró de mí para llegar al barril y una especie de descarga eléctrica se extendió por mi pierna.

- ¡No puedo caminar!

Derribó el barril enemigo y lo rompió de una patada.

- Sube -dijo ofreciendo su espalda.

Le hice caso y proseguimos. Vimos que el equipo de la esquina del frente derecho ya había perdido su barril pero el de la izquierda aún no. Nuestro barril aún seguía intacto. Corrimos hacia nuestro siguiente objetivo y vimos que los de nuestro equipo iban a reventar el barril, pero entonces sonó un silbato.

- ¡SE ACABÓ, GANA AQUEL EQUIPO! -gritó Alan señalando la esquina a la que nos dirigíamos.

Miré a nuestra esquina y vi nuestro barril en el suelo y una pareja de otro equipo saltando de alegría.

- ¡Los perdedores, conmigo! ¡Los ganadores pueden irse, tienen el día libre!

Gritos de júbilo invadieron el ambiente al igual que las caras de resignación de los perdedores.

Me bajé de la espalda de mi compañero y le di las gracias. Nos acercamos al Entrenador, que nos cortó la cuerda con un puñal y nos indicó que nos colocáramos en fila para hacer los ejercicios consecuentes. Observó mi pierna y dijo:

- Tú ve a las barras, harás dominadas.

Obedecí sin rechistar y me coloqué bajo una de las barras preparadas para los ejercicios.

- ¡Empezad! -exclamó el otro entrenador.

No se cuántas dominadas hice pero lo que sí sé muy bien es el dolor y los calambres que sentí después en los brazos mientras volvía a casa volando.

Dime Quién Eres [2a parte]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora