Capítulo 8: Bizcochitos o galletas.

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Horas más tarde salgo a dar un paseo. No he dormido, mi madre aún no me ha visto. Me di una ducha, me vestí, tomé mis cosas y salí.

Camino hasta llegar a mi destino. Ni si quiera sé qué hora es. Llamo a la puerta. Pasan unos segundos hasta que abre.

—¿George?

—Hola, vine a terminar lo de historia.

—Son las 7:45 a.m. Se supone que nos juntaríamos más tarde... —Da un vistazo a mis heridas—. ¿Estás bien?

Asiento.

—Lo siento... Volveré más tarde.

Ni si quiera sé porqué he ido a su casa, se suponía que sólo daría un paseo.

—No, espera. Pasa. Si antes empezamos, antes terminamos.

Entro y siento el olor de algo exquisito horneándose.

—Estoy horneando bizcochitos.

—¿A estas horas?

—Son para un evento de la noche. Prometí ayudarle a mamá. Toma asiento, prepararé té.

Hago caso a sus palabras. Vuelve con dos tazas de té y unos cuantos bizcochitos.

—Supongo que no traes tu libro en la funda de la guitarra.

Niego y ella me sonríe para aliviar el ambiente, o eso supongo, porque eso pasa cada vez que me sonríe. Se va nuevamente. Al regresar, trae su libro, alcohol, algodón y un pequeño botiquín.

—Primero lo primero.

—No es necesario...

—Pero quiero hacerlo.

Asiento y ella se sienta a mi lado. Su perfume tiene un dulce aroma. Limpia mis heridas delicadamente.

—Voy a curar tus labios —dice acercándose despacio.

Siento un cosquilleo en el estómago y luego un ardor producto del contacto de mi herida con el alcohol. Me quejo un poco.

—Lo siento...

—Está bien, no te preocupes.

—¿Puedo preguntar qué te pasó?

—Thornes. Eso me pasó.

—¿Qué?

—Intentó sobrepasarse con Alice y yo...

Niega con la cabeza.

—Fue algo muy valiente... Pero... Si lo hiciste sólo para agradarle...

—No. No lo hice por eso.

Ella asiente.

—Fred es un idiota —dice y luego me sonríe.

Correspondo su sonrisa y sus palabras asintiendo.

—¿Y Alice cómo está? —pregunta despacio en un tono que suena sincero.

—No lo sé. Bien, supongo. Se fue con una de sus amigas. Paul entró a defenderme y se armó un buen jaleo.

Ella ríe levemente.

—Armaste todo un escándalo por tu misteriosa doncella en apuros —dice apartando el botiquín.

Frunzo el ceño.

—Somos vecinos. Sé mucho sobre ella. Y ya dije que no lo hice por eso, lo habría hecho por cualquiera.

—¿Sabes cuántas veces le advertí a Alice sobre Fred? Miles. Lo hice hasta el cansancio, pero bueno, a veces el "amor" es ciego. Aunque no creo que eso sea amor.

No entiendo del todo a qué se refiere. Abre libro para cerrar el tema. Me ofrece un bizcochito y espera expectante a que lo pruebe.

—Están deliciosos —digo disfrutando del mordisco que he dado.

—¿En serio?

Asiento y doy otro bocado.

—¿Tu mamá no notará que faltan?

—No, de todos modos pienso decirle que me obligaste a darte.

Ambos reímos. Josie vuelve su vista al libro.

—Entonces, ¿en qué año nos quedamos?

Me acerco un poco para dar un vistazo.

Terminamos y Josie me anima a tocar algo con la guitarra. Perdemos la noción del tiempo.

—Debo irme —digo mirando el reloj con desgano—. Mi madre se preguntará donde estoy.

Asiente. Quiero quedarme con ella un rato más. Me siento tranquilo y seguro.

—Ten. —Me da una bolsa de papel.

La abro y veo unos cuantos bizcochitos.

—Tu mamá...

Lleva su índice a los labios.

—No lo notará —sonríe.

—Gracias.

Tomo mis cosas, me despido. Me acompaña a la puerta y me despide otra vez desde ahí.

Al llegar a casa, le doy las explicaciones a mi madre y subo a mi habitación. Tengo una sensación extraña en mi pecho y un cosquilleo en el cuerpo. Tomo mi guitarra y empiezo a tocar. Unas palabras vienen a mi mente y las anoto antes de olvidarlas. Cuando empiezo a escribir, no puedo parar. Pruebo acordes y una melodía está revoloteando en mi cabeza.

Estoy mirando mi labio herido cuando llaman a la puerta. Mi madre abre y escucho que habla con alguien, sube unos escalones y grita mi nombre. Me asomo a las escaleras.

—Tienes visita.

Niego con mi cabeza.

—No quiero ver a Paul ni a John, ni a nadie ahora...

No quiero hablar sobre lo sucedido ni ver a nadie que estuviera implicado.

Ella me da una mirada para que baje la voz.

—Sólo baja —dice entre dientes.

Bajo los escalones sin ganas, dispuesto a pedirle a quien fuese que se marche.

Pero lo que veo me sorprende.

Me regala una sonrisa. Bajo los últimos escalones, me acerco y ella extiende el frasco que está en sus manos.

—Te traje galletas. Son caseras, mi mamá las hizo.

Las recibo. Ya he probado las galletas de la señora Corden, son exquisitas.

—Es una ofrenda de agradecimiento —dice bajando su mirada.

—No fue nada —explico y ella da un vistazo a mi pómulo morado—. Sanará.

Ella medio asiente.

—De verdad, gracias por lo que hiciste. Fue muy valiente de tu parte.

—No fue nada —repito torpemente. Hay un silencio—. Cualquiera lo hubiera hecho —añado.

Niega.

—No, cualquiera no lo hizo. Gracias.

Le sonrío tímidamente.

Quiero decirle que Fred es un idiota pero no sé cómo se lo tomará. No sé si terminó con él ni sé si yo podría gustarle ahora por haberla ayudado. Ni si quiera estoy seguro de si me sigue gustando como antes. Este último pensamiento me da vueltas en la cabeza. Mis sentimientos ya no son como antes, pero ¿por qué?

Alice se marcha y me queda esa duda. Ya no me siento inspirado, sólo estoy más confundido que nunca.

A penas puedo dormir, me levanto a media noche y bajo a la cocina a beber algo de leche. Mi estómago ruge y busco algo que comer. Veo las galletas que me regaló Alice, y estoy dispuesto a sacar una cuando diviso de reojo los bizcochitos que me dio Josie. Me parece como si elegir entre bizcochitos o galletas fuera la decisión más importante de mi vida .
Y simplemente no puedo elegir.

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