Capitulo 5 [EDITADO]

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—No llores.-se agacha a mi lado.-¡maldito desgraciado! mira como te dejó.-me toma entre sus brazos, camina hacia un auto me sube al asiento del copiloto, luego se sube del otro lado y enciende el auto.

No me importaba a donde me llevara,  solo quería irme de ese lugar, ya vería cómo le haría para marcarle a Mía, no quería arruinarle la fiesta.

—Roberta.-acaricia mi cabello, el auto está detenido, no me di cuenta en que momento me quedé dormida. - despierta, vamos a limpiarte.- me volteo y lo miro, él está mirando mis labios, llevo mi mano a ellos sintiendo dolor punzante en mi comisura y cuando retiro mi mano tengo sangre en mi dedo.

Ambos bajamos del auto. Él me conduce a un edificio de treinta pisos, subimos en el ascensor luego en el piso diez bajamos y caminamos hacia su puerta.

—Esta es mi pequeña morada.-dice al abrir la puerta pero cuando entro no es tan pequeño, es grandísimo, no entiendo cómo puede vivir aquí solo, aunque, bueno, quizás tenga pareja.

—¿Su novia está?- pregunto señalando el lugar- perdón, no debí preguntar eso.

—Tranquila, no hay problema.- dice acercándose a mí. - ven vamos a limpiarte esa herida.

Me lleva al sofá negro de terciopelo. —siéntate- dice y camina hacia el pasillo perdiéndose en este.

Me quedo viendo a todos lados y observo la decoración.

Un minuto después vuelve con un frasco de alcohol y una bolsita de algodón. Se sienta a mi lado y humedece un pedazo de algodón con el alcohol.

—Te va a arder un poco. - coloca el algodón en la comisura de mis labios y para que diré mentiras, duele mucho.- y respecto a lo que me preguntaste, no, no tengo novia.

—No tenía porque responderlo.- digo tocandome el labio y el posa su mirada en mi mano.- pensé que vivía en casa de sus padres.

El se ríe y mira hacia abajo.- tengo veinticinco no me iba a quedar toda la vida a vivir con ellos, así que cuando cumplí veintidós quise independizarme y vivir sólo.- alza la mirada y la conecta con la mía.

—Me apena tanto que haya tenido que traerme a su casa. - una lágrima se resbala por mi mejilla y él la limpia con su pulgar.

—No tienes que preocuparte por eso, ¿ese tipo quién era? - pregunta un poco seco.- es un imbécil, cómo pudo pregarte.

—Él es... Es mi ex.-más lágrimas se escapan-maldigo el día en  que lo conocí.-rompo en llanto.

—Tranquila.- me abraza-creo que esta noche deberías quedarte aquí, digo no creo que quieras que tus padres te vean así.- acaricia mi cabello y yo sólo asiento en su cuello.

Me reincorporo y limpio mis lágrimas con el dorso de mis manos.—¿puedo usar el baño?

—Claro, te lo muestro.- se levanta y lo sigo por un pasillo hasta llegar a una puerta blanca, la abre y se hace a un lado para que pueda pasar, entro y me miro en el espejo.

Oh, por Dios, tengo casi todo el cachete hinchado y morado.

—Si quieres puedes bañarte, las toallas estan allí. - señala un estante, asiento y él cierra la puerta.

Me desvisto y entro a la ducha, el agua tibia hace que me relaje, me coloco jabón y me baño. Al terminar salgo de la ducha y me acerco al estante en donde se encuentra la toalla, la puerta se abre y entra Diego, ya está cambiado solo lleva unos pantalones de chándal y una franela blanca.

Él se queda parado en la puerta y yo no hago nada, simplemente me quedo congelada.

"Tápate" me dice mi subconciente y yo no hago nada. Estoy congeladísima.

—Perdóname por lo que voy hacer.- dice y se acerca rápidamente a mí. Me toma del cuello con sus manos y posa sus labios en los míos, al principio no le sigo el beso pero luego no puedo evitarlo y coloco mis manos en su cuello también. El beso poco a poco va subiendo de tono, me agarra de los muslos y me levanta, enrollo mis piernas en su cintura y el camina hacia una habitación. Me recuesta en la cama, para después subirse encima de mí sin hacerme daño y sigue besándome. Comienza a mover sus caderas, siento su dureza rozar mi zona y gimo. El sigue sus besos, luego deja mis labios y baja por mi cuello y antes de que llegue a mis senos...

—¡Espera!- lo separo de mí y agarro una almohada y me cubro - no puedo.- bajo la mirada.

—Yo.. Yo lo siento.- se levanta de la cama y se acomoda el pantalón.- no debí hacerlo te pido disculpas, de verdad lo siento.- sale de la habitación y suelto un suspiro, tengo el pulso acelerado, no puedo creer que casi me entrego a mi profesor.

Al rato regresa con una franela y unos calzones.

—Ten, ponte esto.- los agarro, él se voltea y me los coloco rápidamente.-puedes quedarte a dormir aquí, yo dormiré en el sofá.-toma una almohada y una cobija, camina hacia la puerta pero antes de salir voltea.- descansa.

—Igual.-cuando sale caigo de espalda en la cama y cierro los ojos- ¿enserio le ibas a entregar tu virginidad a tu profesor? Ay no, si lo acabas de conocer. -me digo a mi misma riendo a carcajadas. No puedo creer que no me haya avergonzado que me viera desnuda ya que siempre me he avergonzado de mi cuerpo, ya que mis senos son pequeños y estoy más que delgada.

Cuando despierto miro el reloj que se encuentra en la mesita de noche 6:15 A.M. Tengo cuarenta y cinco minutos para llegar al instituto. Me levanto y camino hacia la sala, al llegar veo a Diego acostado boca abajo en el sofá con una pierna fuera de la sábana, solo lleva calzones y veo el pantalón que cargaba sobre la mesita al frente del sillón.

Sin pensarlo lo tomo y me lo coloco al igual que sus sandalias y salgo del departamento.

Dios, no llevo dinero. Miro mi reloj y ya son las 6:30 no tengo tiempo de ir a cambiarme. Busco en los bolsillos y encuentro diez dólares, gracias, Diosito. Paro un taxi me subo, le doy la dirección al instituto y emprende el camino.

 Paro un taxi me subo, le doy la dirección al instituto y emprende el camino

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𝐌𝐢 𝐏𝐫𝐨𝐟𝐞𝐬𝐨𝐫✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora