Capítulo VII

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Despertó tras un sueño profundo y reparador, pues había quedado en un letargo gracias al cansancio tanto mental como físico, y, afortunadamente, el inconsciente le había levantado a una hora adecuada, siendo aproximadamente las 22:00 horas cuando esto ocurrió. Con un poco de dificultad, Oliver comenzó a levantarse de la mullida cama, procurando cuidado y precaución pues su espalda cercenada aún ardía.

Sosteniendo su esbelta persona de cuanto mueble halló cercano, avanzó a un paso lento por la habitación, tan suave que si siquiera un pequeño crujido en la madera del piso se atrevió a hacer acto de presencia. Acortó sin facilidad la distancia con la puerta y colocando una especie de chal negro sobre los hombros que se encontraba en un mueble cercano (a pesar de lo mucho que le dolió esta acción) procuró enderezar su columna e ir a la escalera de servicio. Estaba seguro que ni Antonio ni Dama le verían desplazarse por ahí, pues no era un sitio digno de los dueños de la mansión, una total ridiculez ante los ojos de Oliver pero que hoy agradecía en gran manera.

Ya en la calle, logró envalentonarse y comenzó a andar sin apoyo por los largos andadores, pues sentía que recargarse en paredes no haría más que retrasar su paso y si quería poder encontrar a su amado moreno despierto, convenía apurar el camino.
Casas, casas y más casas, evolucionando desde las más ostentosas y de mayor riquza hasta las más escuetas y a medio terminar, la apariencia de estas definitivamente marcaba la diferencia entre los barrios. Callejones empedrados, callejuelas empolvadas y algún que otro pasillo donde el agua sucia corría cuesta abajo fueron suficientes para al fin llegar al barrio donde sabía bien, habitaba el dueño de su corazón. Tras formarse una sonrisa en sus labios al pensar en la expresión que lograría en el muchacho al presentarse en su hogar a esas horas, se acercó hasta la puerta de madera apolillada de tan modesta y en cierta forma pequeña casa.

Comparada donde él vivía, la casa de Bruno no era más grande que la sala, sin embargo, la calidez que lograba desprender la sola presencia del hombre bastaba para desear estar al menos una hora en el pequeño cuarto a la más grande mansión frívola y podrida en lujos que conocía.

El jovencito acomodó la chalina negra en sus hombros, y con la delicadeza tan típica en su actuar, llamó a la puerta del joven, impaciente por poder verle, estrecharle en los brazos y quizás uno que otro beso dulce y travieso que tanta falta le hacía dar y recibir.

Bruno, desde el interior de la casa, arqueó su ceja extrañado, pues ni a Noah se le ocurriría prudente una visita a estas horas, pero no miró inconveniente en dar un vistazo, pues curiosidad abundaba en él especialmente en esos tiempos.
De más está describir la grata y única sorpresa que fue encontrar al señorito dueño de su sueño, corazón y su alma parado al umbral del marco de madera, mirándole con una débil sonrisa que le hizo dar un escalofrío.

—¿Oliver? —Bruno se había quedado pasmado, y tardó algunos segundos en reaccionar. —¡Pasa, por favor, pasa, y cuidado con el escalón!—Sonrió ofreciendo su mano al pequeño para guiar su camino en medio de la suave lumbrera que representaba la chimenea interna. Oliver no dudó en tomar la dura mano del hombre, y tras depositar un pequeño y delicioso beso sutil en los labios de su anfitrión, se dejó guiar hasta la cama del joven, sentándose en la misma mientras el mayor le acercaba una manta de tela ciertamente pesada y un poco roñosa.

—Tus labios y tus manitas están helados, cúbrete con esto para que no tengas más frío.—

—Gracias... —Murmuró dulce mientras el jovencito al abrazar la manta, pues como ya se sabe, para el chico no era conveniente rozar nada en su espalda. Suspiró suavemente y mirando el fuego de la chimenea no logró evitar distanciarse de lo que se supone venía hacer. Su mente echaba a andar nerviosa, tenía miedo aún cuando su determinación le había traído hasta ese lugar e incluso bajo la segura protección de su adorado castaño, no se sentía con la confianza suficiente para empezar a desbordar sus preocupaciones. Reaccionó y rápidamente parpadeó, procurando recuperar su actitud natural, más no fue lo suficientemente hábil como para ocultar su extraño comportamiento de aquél hombre que tan bien lo conocía y tanto lo amaba.

Muse Among the Muses | Vocaloid | Bruno x OliverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora