Capítulo V

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Las horas pasaron, y pronto la noche fresca y oscura fue reemplazada por la cálida mañana, iluminada por rayos de resplandeciente sol veraniego. Una voz y un suave golpeteo a la puerta de la habitación del muchachito de cabellos rubios hicieron presencia.

–Joven Oliver –Murmuró la suave voz de una de las criadas– Señorito Oliver, levántese…

El chico gruñó suavemente al verse despertado por la insistencia de la muchacha, aunque se resignó a levantarse tras unos segundos de meditarlo. Bajó de la cama y estiró los brazos mientras bostezaba aún bastante adormilado, caminó con los pies descalzos por el piso de la habitación en dirección a la puerta, abriéndola.

–Buenos días, joven Oliver–Murmuró la criada, una joven de más o menos 17 años que usaba ropas impecables aunque sencillas, y su largo y esponjoso cabello de color zanahoria era sujetado en una coleta. Colocando las manos sobre su delantal, hizo una leve reverencia– La señora de la casa me envía a despertarle e indicarle que tome un baño. Si me permite pasar, traigo agua para que pueda asearse.–Dijo señalando dos cubos de agua que estaban a los lados de sus pies.

–Sí, pasa por favor...– Respondió el niño abriendo la puerta y dando paso libre a la muchacha. Si bien hubiera deseado ayudarla con la carga, sabía que ella se reusaría. Después de todo, ese era su trabajo en la casa y no podía permitirse que uno de los dueños, por así decirlo, hicieran la tarea que le correspondía. Ella vertió el contenido de ambas cubetas en la tina de baño y tan pronto hubo culminado su tarea, salió de ambas habitaciones no sin antes despedirse del chico.

–La señora le esperará en el comedor en una hora. – Finalizó momentos antes de abandonar el cuarto del rubio.

–Gracias…– Dijo Oliver mientras cerraba la puerta. Se acercó a abrir la ventana y dejar pasar un poco de luz a la habitación dando un enorme respiro al escuchar algunos trinos de las aves. Vaya que todo lucía tan alegre ese día…

Se acercó a su propia cama y tendió las sábanas y edredones, acomodando también las almohadas en la cabecera. Se despojó del camisón de dormir y caminó en dirección al baño con el fin de asearse.

Tras más o menos una media hora, el chico salió del mismo mientras secaba su cuerpo con una toalla, procurando tener cuidado en su cabello, no quería chorrear agua en el piso de su cuarto. Colocó la toalla húmeda en una percha a la salida del baño y caminó caminó desnudo hacia su cómoda en busca del atuendo que usaría ese día.

Tomó una camisa blanca manga larga, un chaleco café y unos pantaloncillos color ocre a la altura de la pantorrilla, ya que usaría medias y zapatos de piel caoba. Tras colocarse la ropa interior, las medias, el pantalón y la camisa, acudió al espejo a cerciorarse que todo luciera en orden.

De sus labios emanó una sonrisa divertida y un tanto pícara, pues a pesar de haber abrochado todos los botones de la camisa, la abertura que se hacía en el cuello exponía algunas de las marcas que los labios astutos de Bruno le habían causado el día anterior.

–Creo que es el momento indicado para usar una corbata– Habló a su reflejo mientras caminaba en búsqueda de algún lazo o corbatín lo suficientemente ancho y largo para sujetar bien el cuello de la camisa.

Tras colocarse el chaleco, un lazo en color chocolate y los respectivos zapatos de broche, bajó al comedor donde, tal h como había indicado la criada, se encontraba Dama, usando un vestido en color vainilla, no muy ostentoso, aunque si se veía la categoría y dinero invertido en la prenda, con sus largos cabellos negros recogidos en un moño alto y usando un muy ligero maquillaje.

–Menos mal te esforzaste, Oliver– Sonrió ella complacida mientras miraba con aprobación al jovencillo.

–Si– Respondió el chico sin mucho afán, jalando la silla de un costado del comedor para tomar asiento. Acto seguido, otra criada se acercó a poner a la mesa una jarra con jugo de frutas y los platos respectivos de los comensales.

Muse Among the Muses | Vocaloid | Bruno x OliverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora