Capítulo 3: Matt

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Han pasado tres días. Tres días desde que besé de verdad a un hombre. Tres días desde que mi vida cambió... Tres días desde que soy infiel...

Alzo la cabeza para mirar a Esther, que estaba distraída con el móvil. Nuestras citas eran ahora tan raras... No tenía la misma química con ella que con Harry... Ni por asomo.

Cuando le miraba a él, sentía un cosquilleo en el estómago, me sudaban las manos, y un escalofrío recorría mi espalda. Mis mejillas se encendían, y me derretía al ver mi rostro desprotegido en los ojos de éste. Cuando miraba a Esther... Sólo veía a Esther.

- ¿Me pasas la sal?

- ¿Um?

- Que si me pasas la sal.

Yo asiento y eso hago. Ella no parece ni darse cuenta de que algo ocurre. Está demasiado concentrada con su teléfono, así que decido hacer lo mismo.

Y como cosa del destino, lo veo en la pantalla: Llamada entrante de Harry.

- Ahora vuelvo -digo mientras me levanto, a lo que Esther se limita a asentir.

Voy hacia el baño del restaurante y me encierro en uno de los cubículos.

- ¿Qué haces? Te dije que no me llamaras -respondo, aunque no puedo evitar que mi voz denote la verdadera ilusión que había sentido.

- Lo siento, pero Shelby y yo estamos unas mesas más allá y te he visto. Parecías necesitar ayuda...

Podía imaginarme el aspecto de Harry al decir esto; con los hombros encogidos y una mueca de culpabilidad, la cual siempre hacía que se aplastara su nariz de una forma muy graciosa, y que le salieran algunas arrugas.

Podía imaginarme el aspecto de Harry al decir esto; con los hombros encogidos y una mueca de culpabilidad, la cual siempre hacía que se aplastara su nariz de una forma muy graciosa, y que le salieran algunas arrugas

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- Lo sé. Es horrible. Va a sonar desesperado pero... ójala estuvieras aquí -admito.

Era algo raro. Normalmente me cuesta hablar mucho de mis sentimientos, y básicamente de todo. Pero con Harry... bueno, las palabras salían solas, sin yo poder ni querer controlarlo.

- Abre la puerta -le oigo responder.

Y no, no a través del altavoz.

Abro, y allí está él. Con un elegante traje negro, una camisa blanca, y una sonrisa aún más deslumbrante.

Ninguno dice nada. Ambos sabemos que no hace falta.

Me lanzo hacia él y, mientras me agarro a su camisa con la mano cerrada, le empujo contra los lavabos.

Él no duda en subirse sobre ellos, y empezamos a besarnos.

- No deberías estar aquí -susurro a unos centímetros de sus labios, tras haber desahogado el impulso inicial de comerle la boca.

- ¿Quieres que me vaya? -susurra él también.

- Ni de coña.

Me lanzo de nuevo a besarle, dejando que mi lengua recorra su boca. Juro que podría describirla en cualquier parte. Cada diente, cada rincón. Y todo... todo ello... sentía que era mío.

Mío... Y de Shelby.

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