¿Qué harías si, de repente, el hombre que crees detestar, y que es tu jefe, te propone un juego carnal lleno de ataduras?.
Me llamo Miz Ortega tengo veinte dos años, nunca me he enamorado de alguien. He tenido la mejor suerte al ser escogida en un...
-Lo siento, pero mi trabajo solo es turístico y demás. No incluye el campo laboral- que estúpida explicación.
Pero di gracias por que la hiciera. Después de hablar un poco, la misma camioneta que me recogió la última vez, llego a recogerme. Eran guardaespaldas de Adam.
Nos demoramos aproximadamente treinta minutos para llegar al lugar. Iba a ir a la torre dos, sin embargo Sebastián me sorprende por detrás.
-Adam la espera en la Puerta de Europa I- me guía dentro de la torre- él la espera en el museo.
Cuando entro en el ascensor, me dio miedo, subir sola. El lugar estaba a oscuras, era bastante claro que no se encontraba nadie en los alrededores.
Al abrirse las puertas me quedo un momento, contemplando la magnificencia del lugar.
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Salgo de la contemplación, cuando las puertas se cierran. Al entrar, habían más guardaespaldas, que me dieron acceso. Me dijeron que Adam estaba esperándome al final del pasillo.
El ruido de mis tacones, era ruidoso para el lugar tan calmado. Ya tengo una clara certeza de que Adam odiaba los lugares ruidosos, o simplemente era un antisocial.
Había una gran pintura, que cubría prácticamente toda la pared, al final del pasillo. Adam estaba parado, con su mirada concentrada en la pintura.
Al llegar a su lado, no me miró o saludo. Pase mi mirada a donde la de él se encontraba y solo había una pintura algo rara. No entendía el arte, absolutamente nunca iba a entenderlo.
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S
olo veía colores, que fueron bruscamente revueltos en un lienzo. Respetaba y admiraba a la gente que entendía lo que significaban y expresaban estos cuadros.
Estaba a más de cuatro pasos de distancia con Adam, no me gustaba algo en su mirada. No sabia como definirlo, simplemente era un sexto sentido que me mantenía a un límite con este hombre.
-Pensé que iríamos a la reunión en la Puerta de Europa II- rompo el ciencia tan amargo que nos cubría.
Ninguna respuesta al respecto, ni una mirada o movimiento que me diera a entender algo. Ruedo los ojos, odiaba que todo fuera tan calmado, adoraba el alboroto y el ruido; con Adam, iba a terminar de monja.
