광년 - Años Luz

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¿Y ha de morir contigo el mundo mago
donde guarda el recuerdo
los hálitos más puros de la vida,
la blanca sombra del amor primero,

la voz que fue a tu corazón, la mano
que tú querías retener en sueños,
y todos los amores
que llegaron al alma, al hondo cielo?

[blood dancing in utopia] — sangre danzando en utopía.

Viejas flores rotas se desvanecían cuando las horas les pasaban por encima. El olor a antigüedad se impregnaba en las paredes que poco a poco eran decoradas con la tela de las arañas. Lo único que él cuidaba eran las pocas plantas que iban sobreviviendo, pero sus manos ya no podían hacer magia por aquellas que comenzaron a perecer en la soledad.

Había sido un tiempo en el que su cuerpo se había hecho presente delante de tantas flores. Se encargó de calentar una cama ya fría por el pasar de los días y se escondió en las oscuras habitaciones que antes estaban llenas de una risa amigable.

Las horas se congelaban cuando posaba su cabeza sobre la almohada y sus ojos soñaban constelaciones sobre el techo del cuarto. Su estómago podía llorar, sus dedos podían suplicar ser productores de la música, sus oídos podían gritar para ser atacados por el sonido; pero ninguna de aquellas cosas podía quitar su peso muerto de encima de esa cama, no cuando su mente se perdía en las nubes del olvido y se ensimismaba en el trillón de estrellas flotando a su alrededor, producidas por la incongruencia del desamparo y el añoro.

En esas cuatro paredes, donde su amigo solía dormir y soñar, prefería mantenerse en el mundo onírico de su imaginación en donde la realidad no era realidad, sino una mala pesadilla de una noche profunda. La mentira era su amiga y convencerse de ella le tomó tiempo, pero llegó a lograrlo a través del humo y el alcohol. Entre tanto trato de esconderse detrás de ilusiones, que en el fondo siempre sabía que no eran verdad, terminó por encontrarse a sí mismo riéndose en los confines de la oscuridad. La garganta encontró extraña la sensación, pues ni siquiera una banal sonrisa se había pintado en su rostro en mucho tiempo. Se rió de nada, de todo; de su existencia y de su ausencia en el mundo. Su risa tan fría le trajo a la consciencia la más vil demencia que había estado retenida detrás de sueños distorsionados. Enfrascado en tanto aislamiento que hasta sus propios oídos se habían vuelto sordos ante su voz; fue su risa arrancada del delirio que trajo de vuelta el sonido de sus cuerdas vocales hasta que hiciera eco en su cabeza.

Se había estado inyectando matices de pura utopía en las venas. La sangre le cantaba para acallar el silencio porque ni siquiera el murmullo de los transeúntes de la calle más cercana se inmiscuía hasta esa habitación. Era como un mundo aparte; fuera de la galaxia, en algún rincón remoto al atravesar un agujero negro. Estaba ahí, respiraba, pero no había nada más que le indicara que estaba vivo. Y ya el cigarro, el alcohol y la droga eran por pura costumbre, porque ni siquiera todos ellos juntos lo traían a la vida. Lo seguía haciendo sólo porque a sus irises les gustaba ver los miles de colores que las ingestiones creaban, porque esos colores tenían un cruel parecido a las pinturas que suspiraban las dulces manos de su amado. Pensaba que las estrellas sólo se hacían presentes cuando el sol moría, pero ellas vivían siempre a su lado y brillaban en la penumbra del cuarto cada vez que ingería la calma.

Tanta miseria, ¿y por qué seguía presente de cuerpo en la Tierra? Ni él estaba seguro. Tantas veces contempló la idea del suicidio que ya se cansaba hasta de ello, pero no le quitaba el miedo. Si no existiera el miedo a algo después de la muerte, lo hubiese hecho ya. Si se quitaba la vida, ¿qué seguía? Para él y para aquellos que se quedaban con vida, ¿qué seguía después del suicidio? ¿Y si lo siguiente era más insoportable que la vida nula que llevaba ahora? Prefería ahogarse en el infierno tempestuoso que ya estaba viviendo a tener que enfrentarse a otro aún peor.

Infinite, songs for someone ·JIMSU·Where stories live. Discover now