Capitulo 25: Batalla II

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¡Sorpresa, sorpresa!
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Narra Atenea:

Un estallido provocado por la furia de Zeus golpeó a todo aquello que estaba a su alcance.

Algunos volaron por los aires. Otros murieron en el instante, como muchos de los soldados que recién se estaban aproximando al perímetro.

Pero los demás no me importaban. Mi mirada estaba concentrada en una sola persona: mi hija Sophie.

Cayó al suelo inconsciente mientras intentaba escapar con Hefesto a un escondite cercano. El Dios de la forja murió instantáneamente al salir despedido hacia un poste de luz que se encontraba delante. Su cuerpo yacía sin vida.

Algo me dice que es el primer muerto de muchos.

Me arrodillé ante Sophie chequeando que aún estuviera respirando. Tenía una laceración en la cabeza y una fuerte herida en su pierna izquierda.

Acerqué mi oído a su boca y sentí su respiración al igual que los latidos de su corazón. El ritmo era anormal.

Por primera vez desde el estallido, visualizé mi entorno. Zeus recobraba sus fuerzas luego de semejante gasto de energía, mientras los Dioses se replegaban para volver a organizarse. No todos habían sobrevivido.

Busqué con mi mirada a Feier. Poseidón me había comentado que había surgido un chisme en el Olimpo de que el poder del Elegido de Dionisio era curar las heridas al tomar su vino sagrado. Muy conveniente para esta situación.

A unos treinta metros Feier me observaba. Le grité con todas mis fuerzas que se acercara y así fue. Solo unos segundos más tarde, se arrodilló a mi lado.

—Necesito que la cures. ¡La necesitamos!—vociferé. Podía ver como Zeus ahora nos estaba observando con ansia de sangre. Estábamos expuestos, y no nos quedaba mucho tiempo antes de que el rey de los Dioses nos atacara.

—Que bueno que me he traído varias raciones—dijo Feier sacando una pequeña botella de su abrigo. La introdujo en la boca de mi hija de forma que pudiera tragarla.

Probando que el poder de los Dioses y sus hijos aún sigue intacto, las lesiones de Sophie comenzaron a sanar instantáneamente. Se repuso en casi un abrir y cerrar de ojos.

Cuando levanté a Sophie para poder escapar, un rayo de luz se dirigía hacia mí con certeza, determinando que hasta aquí había llegado mi vida.

Le susurré a mi hija un te amo, en señal de despedida.

Pero cuando creía que todo estaba perdido, sucedió lo inesperado. Félix, el Elegido de Apolo proyectó otro gran rayo de luz que interfirió en el trayecto del de Zeus, causando que los dos batallaran por ver cual de los dos destellos era más fuerte.

 Félix, el Elegido de Apolo proyectó otro gran rayo de luz que interfirió en el trayecto del de Zeus, causando que los dos batallaran por ver cual de los dos destellos era más fuerte

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La imagen era sorprendente, admirable, fascinante, mágica, milagrosa, increíble, fenomenal, sensacional, estupenda, extraordinaria, desconcertante. Todas esas cosas al mismo tiempo.

Quien en realidad era un simple semidiós estaba combatiendo directamente al rey de los Dioses, el más poderoso de todos. No hay adjetivo para explicar la admiración que siento.

Cuando por fin pude salir de estos segundos de asombro, supe que era el momento de un contraataque. Tomé un arco y flecha que reposaba en la superficie junto a su munición.

Era una de las armas de Hefesto.

Sin dudar ni un instante, apunté y disparé en los puntos débiles de Zeus sin cesar. Debía apresurarme, ya que Félix estaba cediendo.

Pensé por una milésima de segundo cual era el lugar donde debía golpear.

Contemplé el recorrido de la flecha hasta llegar a su objetivo: el ojo izquierdo de mi enemigo. Cumpliendo su propósito, esta destruyó el ojo del rey de los Dioses por completo. Zeus no tuvo otra opción que acabar con el ataque que ejercía sobre Félix para gritar del dolor por un par de segundos.

El Elegido de Apolo cayó al pavimento, exhausto. Había salvado mi vida.

Lo tomé con fuerzas y arrastré lejos del peligro. Feier y Sophie me ayudaron.

Cuando por fin nos encontrábamos en una zona segura, me calmé.

Todos los sobrevivientes del estallido estábamos juntos. No pude encontrar a ninguno más vivo a la redonda. Los soldados se replegaban desde otros ángulos, lejos de donde estábamos.

De pronto noté de quién era uno de los cuerpos moribundos que ya no podían ser salvados.

Y esta muerte le dolerá muchísimo más a mi hija que a cualquier otro.

Angelo, el Elegido de Hermes y gran amigo de mi hija, está muerto.

Kumiko.

Afrodita.

Deméter.

Apolo.

Hermes.

Hera.

Dionisio.

Hefesto.

Todos ellos, muertos también.

Elegidos: Batalla por la humanidadWhere stories live. Discover now