Aliados

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El sonido del viento me hace abrir los ojos, todo luce borroso, parpadeo varias veces hasta que logro enfocar un rostro, Nicolás, el vigilante está sentado en posición india mantiene su rostro escondido en sus manos, noto que no lleva camisa y en su abdomen está cubierto por una gran venda blanca.

–¿En dónde estamos?–el vigilante me mira inmediatamente.

–A salvo.–responde este, observo el lugar y noto que hay una pequeña lámpara sobre la cabeza de Nicolás, estamos dentro de lo que parece ser una tienda de campaña. Mi cuerpo está cubierto por varias sabanas.

Las imágenes de lo que sucedió me llegan a la mente, miro de nuevo el abdomen del vigilante y cierro los ojos con fuerza.–Lo siento.–susurro apenada.

–No es nada, ¿tú cómo te sientes?–lo vuelvo a mirar, su mirada es como la de un padre preocupado. Observo mis brazos, están cubiertos por una venda blanca, los muevo pero sorpresivamente ya no duelen.

–Me siento bien, ¿tú cómo estás?

–Solo unas cuatro costillas rotas, pero no es grave, sanan rápido.–dice restándole importancia.

La imagen de Nicolás cayendo llega a mi mente y es hasta ahora cuando caigo en cuenta en el riesgo que corrimos, pero no tanto por mí, sino por él, me intento reincorporar y este me ayuda extendiéndome su mano, la tomo pero no la suelto cuando estoy sentada. Miro sus nudillos, uno de ellos tiene un hematoma, pero a este parece no importarle, mis ojos viajan por sus brazos y suben por su cuello y se detienen en sus ojos cafés.–Por favor no lo vuelvas hacer.–susurro, el vigilante niega lentamente.–No quiero que mueras Nick, no por mí.

Una sonrisa se asoma por sus labios, este acaricia mi mano con cuidado.–Si tengo que morir que sea por ti.–Con su otra mano libre el vigilante acaricia mi mejilla.–Pero... no lo vuelvas hacer.

–Era la única forma Nick, en el techo éramos presas fáciles, me quería a mí, si no saltaba podía matarlos a todos.–le explico en susurros.

–Aún no lo entiendes, ellos siempre te van a querer Phoebe, solo a ti.

–Y tú no los vas a poder detener a todos.–la mano del vigilante se detiene, Nicolás aparta su mirada y retira su otra mano, lo he estropeado...

Mis mano se siente vacía, la pongo en su pecho y este voltea a verme extrañado.–Creo que te amo.

Lo he dicho, escucho como el viento golpea con fuerza la tienda de acampar, como las hojas de los árboles se mueven con él, suenan como las olas del mar rompiendo contra la costa es una sinfonía completa. El vigilante me mira y en ese momento me arrepiento, no ha dicho nada, empiezo a retirar mi mano pero este me detiene colocando su mano en mi brazo, los ojos de Nicolás no se despegan de los míos.

–El primer artículo del código nos prohíbe cualquier muestra de afecto entre vigilante-vigilado.–empieza a explicarme.–la regla se creó para protección de ambos, cuando hay afecto las emociones nublan tu juicio y te pueden llevar hacer locuras como. Pero...–el vigilante se detiene y toma una bocanada de aire.–Me vale una mierda, saltaría de quince edificios más por ti y volaría sobre quince arpías más por ti. Te amo desde el primer momento en que te vi Phoebe, siempre lo he hecho, esperé décadas por encontrarte y ahora lo he hecho, con o sin el vinculo de vigilante-vigilada, estoy atado a ti.

Y entonces me doy cuenta del problema, él moriría por mí y yo por él. Y la principal razón por la que es un problema es que ninguno de los dos está dispuesto a ver morir al otro. Su mano se posa en la parte trasera de mi cuello, en ningún momento deja de mirarme a los ojos y me puedo ver reflejada en ellos, solo falta un pequeño empuje para que la distancia se rompa entre los dos, y decido finalizarla. Su lengua roza el borde de mi labio superior mis manos se dirigen con avidez hacia su cabello oscuro, siento las hebras de su cabello deslizarse en mis dedos, lo jalo un poco y este gime a causa de ello, es suave como sus labios, su otra mano va hacia mi cintura sube por mi espalda, la acaricia para meterla debajo de mi espalda, Nicolás sujeta mi cintura y me atrae a él y siento algo entre sus piernas, mi cuerpo reacciona por cuenta propia y roza esa zona otra vez y debo admitirlo se siente más que bien, Nicolás repite la acción y suspiro contra sus labios nos separamos y aprovecho para tomar aire pero el vigilante se lanza a besar mi cuello, arqueo mi espalda y hago mi cabeza hacia atrás para darle más espacio.

Transcendence la Profecía(Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora