Día Cuarenta y dos-Cuarenta y tres
Desperté con una gran resaca hoy a la mañana, y supuse que había bebido más de la cuenta la noche anterior. No puedo recordar nada de lo que hice. Cuando dejé mi habitación me encontré con Liam, sentado en el sofá, leyendo el periódico en silencio. Cuando escuchó que estaba despierto, me miró y sonrió de una manera dulce y tierna, incitándome a sentarme en el espacio vacío del sillón justo a su lado.
Me quedé tieso en donde estaba, sin moverme siquiera un centímetro, y él suspiró cansado antes de hablar.
“¿Cómo te sientes?” Preguntó.
No sé si fueron los efectos de la resaca, o si simplemente había olvidado todo. Pero me sentía tan fuera de la realidad. Y lo que dije a continuación… me lamento de haberlo dicho.
“¿Dónde está Harry?”
Las lágrimas comenzaron a salir de los ojos marrones de Liam, y se acomodó en el sillón con las manos en su rostro llorando como nunca antes. Le iba a preguntar si se encontraba bien, cuando de repente la realidad me azotó.
Tú no estabas, ya no estás. Sé que lo dije un millón de veces antes, pero nunca lo creí realmente hasta ahora.
Tú realmente te habías ido.
Y luego sentí como caía al suelo, todo el control de mi cuerpo desvaneciéndose de repente; sintiendo como me desmayaba completamente.
Así que aquí estoy, sentado en la camilla de un hospital, con intravenosas en mis brazos, y cables rodeándome. Poniéndome alguna clase de medicamento, que realmente necesitaba.
No es como si estuviese enfermo, y aún así toda la gente me sigue mirando fijo, como si en cualquier momento pudiese quebrarme.
