5.- Muñeca hueca.

41 4 0
                                    

2003

Probablemente estaba imaginando demasiado y se enfadaría consigo mismo si esa chica no resultaba ser como en su imaginación. Si era como aquellas zorras que se burlaban de él solo por ser él, tendría que matarla. Tal vez no literalmente, pero tendría que matarla en su mente. Que su recuerdo se borrara para siempre. Era mejor así.

Sus pesadillas se volvieron realidad. Era una muñeca hueca. ¡OTRA MALDITA MUÑECA HUECA! Lo supo cuando él estaba leyendo un libro de poesía en el comedor y ella se burló descaradamente de él.

«¡Qué ñoño tenemos aquí! ¿Poesía? ¿A que otra niña ñoña quieres conquistar?»

Estuvo a punto de lanzarle la comida en la cara pero la respetaba. Era una dama. Una dama hueca e inculta que no tenía nada más que belleza. Por eso era una muñeca hueca.

Sabía su nombre. Leylen Park. Le daría una última oportunidad. Esperaba que las cartas la hicieran cambiar de parecer.
Cartas anónimas.

1

«Muñequita hueca de hermoso cabellos rojos, te estás pudriendo y aún así me provocas sonrojos. Mira bien con quien andas junto, te podrían traicionar. Tú no sabes las mentiras y rumores que han llegado después de que tú te les decidiste juntar.»

Quería sacarla de su mente. Pero era difícil superar una maldita obsesión. La había inmortalizado en letras. Había gastado muchas palabras describiendo lo perfecta que era.

Volvería a intentar enamorarla. Quería que viera que ser una muñeca hueca la convertía en una bazofia de mujer.

2

«Leylen Park sé que te llamas. ¿No te das cuenta de lo que pasa? Eres tan tonta ¿verdad? No entendiste cuando dije que te estabas pudriendo. Tus amigas huecas te están dañando. ¿Tú también serás así? ¿Quieres que te siga llamando mi muñeca hueca? Tu cara al momento de leer la nota me dirá la respuesta.»

Dejaba las notas en su casillero. Observaba su cara al verlas, sabía que era algo raro, pero le encantaba la mirada de miedo que le daban al leerlas. Más le valía que apreciara esas notas.

Enero del 2012

—Nuestro amor era retorcidamente perfecto. ¿Así está claro? —Respondió el castaño que no podía estar quieto. Ahora la doctora Leo le había traído cubos para que los armara. Ya los había armado y ni si quiera iba a la mitad de la consulta.

—¿Cómo se conocieron?

Y fue ahí cuando todo el trabajo de concentración se había ido a la mierda. Se fue directamente a el ático de su mente. Él ni si quiera sabía que tenía esos recuerdos ahí.

—¡RYAN! —Gritó la mujer. Por suerte había aprendido a tener paciencia.

—En la escuela.

—¿Cómo?

—Ella era nueva y empecé a mandarle cartas anónimas con mensajes muy sutiles y bonitos. Siempre ha sido hermosa. Me gustaba mucho escribir. Era amable y trataba bien a todos. ¡Era perfecta! Después hablamos en persona y ¡bam! Calló como abeja a la miel.

Se notaba el brillo en sus ojos por la emoción del chico. Estaba recordando esos momentos y la emoción parecía fresca. Aunque parecía demasiado perfecto para ser verdad.

Cordura en decadenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora