4.- Desastres mentales.

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Enero del 2012

No era real. No tenía que ser real. Y definitivamente no estaba bien que fuera real. Por eso no era real. Y si Ryan decía que no era real. Era por porque no lo era. Pero como le jodía, porque ahí estaba. ¿Y si ya no podía confiar en él mismo? ¿Y si estaba mal? ¿Y si eso era real? Más bien esa persona. No la había visto, más que una vez junto a su cama. Pero ahora se estaba haciendo demasiado frecuente y eso dolía. Un cuchillo por un recuerdo. Un rasguño por una memoria. Morir y revivir cada vez que veía a Ly frente a él. Susurrando cosas que se negaba a escuchar. No quería, no debía. Estaban muy (MAL) bien. Ella era muy (MALA) buena. Pero su amor era VERDADERO. Y eso estaba de locos. Porque revolvía todo lo que ya estaba revuelto. Movía, batía, cambiaba, distorsionaba y quebraba la maravillosa mente del chico. Era un C-A-O-S y un D-E-S-A-S-T-R-E así como cuando los niños pequeños rompían el jarrón favorito de mamá y mamá les recordaba por siempre ese error. Vivía en su cabeza. En la de él no, Mariana siempre lo protegía de la (buena) mala (madre) bestia.

—Bien Ryan. Han pasado unos días. — Oyó la voz de Eleonor desde el sofá magenta digno de ella. De la reina. Solo ella se sentaba ahí.

—Siete mil cuatrocientos dos días, para ser exactos Ely. No, no, Leo.

—Estoy segura que no han pasado tantos días.

—No me gusta llevar cuentas.

—¿Y por qué un número tan largo?

—Porque entre más largo sea, más pienso y entre más piense mi mente se mantiene más ocupada y no divaga. ¿Recuerda? Es para no irme. Necesito música, si es que quiere progresar en esta consulta. Porque en las anteriores he estado divagando mucho, lo cual no le gusta, lo cual es malo.

—Bien, bien. Tranquilo Pajarillo. —Esa palabra, pero no con esa voz. Había escuchado la palabra pero no con la voz que solía escucharla. No podía ser eso. La doctora no conocía eso.

—¿Por qué me ha dicho así? —Estaba exaltado y se notaba demasiado. La pelinegra se preocupó por tal cambio de semblante.

—¿Cómo? ¿Te he ofendido?

—Me llamó pajarillo.

—No señor Parnel, no lo he llamado pajarillo. 

—¡Claro que sí! ¡Sí que lo ha hecho! ¡Usted NO puede decirme así! ¡Nadie más debe ni puede decirme así! NO LO HAGA.

«Tranquilo pajarillo.»

—¡DEJE DE DECIRME ASÍ!

«Por favor ten calma pajarillo, no pasa nada. Todo está bien.»

—¡NO! ¡NADA ESTÁ BIEN! ¡NO ME DIGAS QUE ME CALME!

El castaño seguía gritando y la doctora seguía observando como gritaba solo. Ella no le había dicho pajarillo, pero algo en su cabeza le había hecho creer que sí. Estaba enojado con la voz que no dejaba de decirle pajarillo. Y seguramente solo una persona le decía así.

—Leylen. —Pronunció su nombre y como hechizo el chico volvió en sí. Mientras la música que Eleonor había puesto también hacia de lo suyo.

—¿Qué tiene mi Ly? —Su tono exaltado cambió a uno más relajado. Pausado

—¿Te ha visitado?

—¿Cómo lo sabe? —Preguntó Ryan con mucha sorpresa. ¿Acaso era bruja?

—No lo sabía, te acabas de delatar solo. Lo había imaginado.

—Volví su imaginación real. Que nefasto. —Se sentía tonto.

—Hay algo que tenemos en común Ryan. Algo que nos intriga a los dos. Tal vez con eso podamos ser amigos.

Cordura en decadenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora