El Chico del Tren (Especial 16)

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Cerró su cuaderno con cierto pesar, lo pegó a su pecho cerrado los ojos. Finalmente, aquél cuaderno ya maltratado se terminaba, sus hojas se habían llenado por completo. Pensó en si su abuela estaría feliz por haberlo llenado.

Sonrió al recordarla.

Abrió uno de sus cajones metiendo el cuaderno en este. Cepillo su cabello atandolo en una coleta alta.

Sonrió al bajar su mirada hacia un vientre. Era ya el octavo mes de gestación, dió una caricias suaves. Estaba feliz a pesar de todo, colocó un poco de perfume en su cuello y tomó su bolso saliendo de su apartamento.

Caminó por las calles de la ciudad, aquellas que solía recorrer cuando era una adolescente, en su época de estudiante.

Pronto se mudaría, había conseguido de un buen empleo en una ciudad algo lejana. No le dolía mudarse, no había mucho como para quedarse. Por lo que aquél paseo era su manera de despedirse de la ciudad en la que creció.

Días atrás platicó con Hanji sobre su mudanza, ella la acompañaría y apoyaría, por lo que no podía estar más tranquila. Quizás ella si sería alguien a quién extrañaría mucho, era amigas, desde hacía bastante, su lazo era fuerte. Pero era momento de que hiciera algo por su cuenta.

— Levi — su caminar paró cuando se lo topó.

Ambos guardaron silencio manteniendo de una gran distancia entre ambos. Las hojas de los árboles comenzaron a caer. Entonces sonrió dicidiendo ser ella la que acortará la distancia, aproximándose unos pasos hasta quedar frente a frente.

Le volvió a sonreír con ternura, Levi le regresó el gesto. Ambos comenzaron a caminar en la misma dirección sin pronunciar palabra una como si temiera arruinar de aquel momento tan único.

El azabache caminaba al ritmo de la joven dándole un par de miradas de vez en cuando. No era guapa, no era atractiva, solo una chica ordinaria a la que había visto pasar de niña a mujer.

— Supongo que Hanji te ha comentado — rompió el silencio volteando a verlo pro primera vez en la caminata.

— ¿Qué cosa? — cuestionó.

— Me iré de la ciudad, Levi — soltó con tranquilidad.

Él se frenó sin saber que responder ante ello, la observó incrédulo, y luego apresuro su paso para volver a ponerse a su lado. La miró de arriba a abajo con clara melancolía.

— No te preocupes, ambos estaremos bien. Podrás visitarlo si lo deseas, pero también sin no querés no habrá problema — comentó.

— ¿Y...? — fue interrumpido.

— Oye, creo que es más que claro que somos muy conflictivos entre nosotros. Es mejor así .

Ambos terminaron entrando a la estación del tren, esa misma donde se vieron por primera vez. Había gente, caminando de un lado a otro, había estudiantes, había oficinistas, había de todo, tal como todos esas veces pasadas, tal como cuando se hicieron notar entre la multitud el uno para el otro.

— ¿Llevará mi apellido?

La joven rió, una carcajada fuerte, ruidosa, sin una pizca de sutileza. Levi sonrió, aún mantenía su esencia, esa misma que la hizo notarla por encima de todos. No era guapa, pero era linda a si manera, era bella ante los ojos del azabache.

El tren paró, las puertas se abrieron donde descendieron unas cuantas personas. Ella se apresuró por entrar.

— ¿Al menos puedo acompañarte?

Ella asintió sonriente. La alarma de las puertas a punto de cerrarse comenzó a sonar. El azabache ingreso justo cuando las puertas se cerraron a sus espaldas. Comenzó a avanzar.

— Perdón — comentó.

El azabache se giró a ella sorprendido. Se fue acercando a ella con lentitud, entraron a un túnel.

Ambos cerraron sus ojos, una lágrima bajo por su mejilla cuando sintió aquél suave y cálido tacto. Un beso en la frente.

En aquel mínimo y tímido roce fue lo último agradable en sentir.

La oscuridad del túnel fue abruptamente iluminada, estruendos por los vagones sonaron y un fuerte jaloneo se sintió haciendo caer a los pasajeros.

Y así de rápido como se iluminó, todo volvió a la oscuridad, y luego un silencio abrumador.

Todo ardía, todo dolía.

Estiró su mano en medio de quejidos, en medio de aquella nube de humo, en medio de aquél caos, buscando tocar la mano de pelinegro.

Ese mismo chico que le había dado el último recuerdo cálido. Ese mismo el que yacia caído en medio de metales que poco a poco se encendía, ese mismo el que su rostro se había cubierto por rojo carmesí. Ese chico ... El chico del tren .

Su mano cayó antes de siquiera tocarlo.

Y sus ojos se cerraron con una inexplicable pesadez,  todo volvió a la oscuridad donde el caos reinaba.

El Chico Del Tren | Levi Ackerman ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora