XIII - Traición

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Por la mañana, el brujo fue a la ciudad a hacer algunas compras para el viaje y después paró en una taberna para refrescarse. Allí se sentó y pidió algo para beber, cuando dos inquisidores, que parecían seguirle, le abordaron. Miraron las provisiones que cargaba y observaron que usaba una espada. Indagaron en voz baja para no llamar la atención de los demás clientes de allí.

— ¿Vas a viajar, mi querido Klaus? — Preguntó uno de ellos.

— Sí. Como puedes ver, he ido a comprar algunas provisiones.

— ¿Podemos saber adónde va nuestro amigo?

— A resolver algunos asuntos pendientes de mi familia.

— Sabes que trabajas para nosotros, ¿verdad? — Dijo el otro, quitándole la jarra de la mano — ¿O ya te has olvidado? — Antes de que Klaus dijese algo, continuó: Tenemos un trabajo esperando por ti. Cuando termines de ayudarnos, tendrás permiso para viajar.

— No necesito pedirle autorización a nadie para viajar. Soy dueño de mi propia vida. Ya he hecho mucho por vosotros.

— Creo que te has olvidado de quien dicta las normas por aquí, brujo inmundo — respondió el inquisidor, en voz baja. — Has alcanzado esta posición porque nosotros te apoyamos y, sin nuestra protección serías aniquilado de la faz de la Tierra como los otros a quienes traicionaste. Tal vez ahora serías un poco de polvo torrado abandonado en un lugar cualquiera. Nosotros te dimos muchas propiedades de tus amigos brujos a los cuales delataste para asegurarte de eso.

Klaus se quedó quieto, con los ojos llenos de ira. El hombre le miró como si fuese basura, fue a la puerta de la tienda y llamó a los guardias. Querían hacer un buen dinero y el brujo les ayudaría con su poder. Pero el ex amigo se acordó de cuando su padre era inquisidor...

Un día, el jefe de una aldea en Italia asedió a Bianca Capunni, una mujer de principios y ella se apartó de él repudiando su actitud. La madre de Klaus incitaba a las otras mujeres a denunciar el comportamiento que ella consideraba abusivo porque el líder usaba el poder sobre los aldeanos para imponer sus reglas.

En aquella época, hombres como Filippo Mota, que era el mayoral del poblado, creían que eran superiores al sexo femenino, creencia compartida por muchos otros. Bianca arengaba contra esta visión y su facilidad en hablar públicamente, sumada a los sucesivos rechazos a los asedios de los hombres inescrupulosos de la aldea hizo que la acusaran de brujería como venganza.

Pero Giancarlo Rizonni, el inquisidor designado para ir a aquella comunidad, se enamoró de aquella que sería la madre de su hijo. Después de desertar de su función, huyó con ella y se fueron a vivir a otra aldea. Pasaron a usar nombres falsos y después de algunos años nació el hijo; Klaus.

Cuando supieron dónde estaba el traidor, los inquisidores no le perdonaron ni a Bianca. Aún más cuando supieron sobre las convicciones de igualdad entre los sexos que la mujer predicaba. Por causa de eso, el brujo cargaba desde pequeño un odio mortal contra los inquisidores. ¿No sería ahora la hora de devolver el golpe? Se había aliado a ellos para conquistar riquezas y poder. Ahora se sentía fuerte y la alianza era innecesaria a partir de aquel momento. El sentimiento de venganza aumentaba y sobrepasó el punto de ebullición en sus venas.

Klaus creía que ya hiciera demasiado por ellos. Le debían mucho por todas las muertes y engaños que armara para hacerles ricos. Ahora era su turno de ir en pos de sus sueños. Quería ser inmortal, poderoso y no depender de amistades dudosas jamás.

Entraron con las espadas para que él fuese a la fuerza, en caso de que fuese necesario. Un burgués dueño de muchas tierras sería la víctima esta vez. Los inquisidores estaban de ojo en sus propiedades y le acusarían de practicar brujería, dejándole a Klaus el trabajo sucio de incriminarle.

El Hombre FantasmaOnde as histórias ganham vida. Descobre agora