VII - El Libro de las Almas

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Juan observó en su caldero lo que estaba por venir, después de colocar una gota de sangre de búho, algunas hierbas y una pluma de águila. Había agitado el agua, moviéndola para mezclar los elementos. Eso generó una intensa magia y el agua se hizo espejada, lista para entregarle las revelaciones. Pronunció las palabras mágicas:

— ¡Mit der energie des wassers gib mir die offenbarung! (Con la energía del agua, tráeme la revelación)

Como si tocados por la energía, los animales fueron aproximándose y poblando la caverna. Un halcón volaba sobre la región e incluso con la presencia del lobo en la entrada, aterrizó dentro de la caverna, suavemente, como gotas de lluvia en una superficie vítrea, alcanzando al mago. El lobo sólo movió los ojos acompañando sus movimientos. Enseguida, llegó un búho grande que niveló sus alas para el poso certero cerca de los otros animales. Esta era una de las aves que acompañaba el cónclave de magia. La verdad estaba lista para ser revelada.

Mientras tanto, en la Floresta de las Sombras, algo repentinamente llamó la atención del Rey Mago... Se dio cuenta de que alguien, no lejos de allí, practicaba magia antigua. Agathor paró por un instante y miró a las montañas.

"¿Será posible que haya un mago anciano que yo no conozca viviendo en las montañas? — Pensó.

Los miembros del cónclave se miraron entre sí, intentando entender lo que estaba ocurriendo y el porqué de que el Jefe de los Magos hubiera parado súbitamente de hablar. A pesar de parecerle todo aquello muy extraño, Agathor decidió continuar discursando desde donde había parado, como si nada estuviese pasando.

Durante el tempo en que los brujos se reunían allá abajo, en la caverna, Juan conversaba con los animales:

— Hola Cazador del Aire y Reina de la Sabiduría. Veo que mis amigos están reuniéndose esta noche. Vamos a ver los que los reflejos del agua muestran para que podamos descubrir el motivo de tanto alborozo. Siento que el mundo sobrenatural está oscilando y algo grande va a ocurrir. ¿Pero qué será? Veamos lo que los espíritus nos dirán esta noche.

Miró al agua y, cuando esta paró de moverse, vio a un niño que saciaba su hambre en los senos de una bella mujer.

— Este debe ser el niño que estaba llorando. ¿Pero por qué yo le oí?

El mago continuó mirando y vio que había una congregación de hombres y mujeres a algunos kilómetros de allí, cerca de la tienda donde estaba el niño. Pudo reconocer a Agathor, el Rey de los Magos, por su cayado e indumentaria. Observó brujos armados y un hombre con un cuervo en el hombro. Juan percibió un aura diferente alrededor de él. Su aura era gris oscura, indicando hipocresía y mentira. Si había una reunión con tantos magos y brujos, algo importante estaba ocurriendo... Y por la forma en que los animales, reunidos a su alrededor estaban inquietos, no era nada bueno.

El lobo se acercó a él y parecía querer saber si tenía que reunir su manada, que hacía poco les había pedido para permanecer alerta. El halcón también se situó majestuoso, esperando por alguna orden del mago. El búho ululó mientras giraba la cabeza.

El viejo no entendió bien lo que todo aquello significaba, hasta que un viento entró por la caverna, levantando los pelos del lobo y las plumas del halcón. El búho erizó las orejas. El vello de los brazos de Juan se irguió en un súbito repeluzno. De repente, un objeto cayó al suelo y él se giró para ver lo que era.

— ¡El libro de las Almas!

Un libro que había recibido del propio Rey Albert, monarca de Germania, cuando le servía. Un único volumen que reunía los mayores secretos de la magia. El rey había heredado el libro de un mago antiguo, del clan de los Tauneses, que servía como consejero de sus ancestrales. Albert lo guardara por un largo tiempo, pero no sabía cómo usarlo. Por eso, decidió regalárselo a su mago, Juan, porque tal vez le sirviese de algo.

Hacía mucho tiempo que el mago no lo leía, incluso porque ya se lo sabía de memoria de tanto hojearlo en los días vacíos de su vida. El viento frío volvió a soplar, pareciendo traer gemidos y gritos. El manuscrito estaba caído en el suelo, lleno de polvo y con las páginas abiertas, como si quisiese mostrar alguna cosa. Las páginas se movieron solas hasta el punto donde el mago necesitaba leer.

Juan manutuvo la página abierta y lo sacudió para quitarle un poco el polvo. Lo golpeó abierto sobre su muslo derecho. Después miró bien las páginas y pudo ver las palabras que querían ser leídas. Un dibujo de una espada precedía a los escritos y había la figura de un ojo lleno de fuego en la parte inferior de la página. Él abrió los ojos, prestando mucha atención:

Después de años de oscuridad, hambre, pestes y guerras, nacerá un niño. Este libertará al mundo de las tinieblas. Un gran maestro de la magia será su tutor y le librará del mal, que no tardará en perseguirle. Para eso, tendrá que aprender a luchar y se zambullirá en el mundo mágico para saber los secretos del Libro de las Almas. Será conocido como "El Hombre Fantasma".

El mago se quedó pensativo...

¿Qué significa esa profecía y que quiere decir el ojo de fuego? ¿Y el dibujo de la espada? Un gran misterio...

Pero había algo que le decía que aquello era solo el principio. Y que, una vez que el misterio fuese descubierto, no habría manera de volver atrás.

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