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—¿Qué? ¡Por supuesto que no estoy celosa! —elevo un poco el tono de voz —Además, ¿por qué tendría que estarlo? —me cruzo de brazos y levanto el mentón, desafiándolo.

—No sé... —se hace el pensativo y después me mira con una sonrisa arrogante —Quizás soy tu amor platónico.

Suelto una carcajada que lo desconcierta por unos segundos.

—Esa es buena —digo sarcástica —Lamento desilusionarte, Petróvich, pero no eres mi tipo —miento.

Por supuesto que lo eres.

—Claro... —asiente, tratando de contener la risa. ¿Qué diablos le hace tanta gracia? —Sigue engañándote a ti misma, Martínez.

Abro la boca para replicar pero la cierro en cuento veo a mamá cruzar el umbral de la puerta del salón secándose las manos en su delantal.

—Hija, me preguntaba si Iván quiere... —la interrumpo acercándome a ella rápidamente.

—No, mamá —murmuro, y ella frunce el ceño —Iván ya se tiene que ir, ¿verdad? —lo miro enfatizando la última palabra. Él parece pensarlo por unos segundos, ganándose una mirada asesina de mi parte.

—Sí, señora. Ya me tengo que ir —dice finalmente, haciendo que suelte un suspiro de alivio.

—Oh, está bien —dice mamá —Pues ve con cuidado, que ya es muy tarde.

—Lo haré —agrega Iván metiendo las manos en los bolsillos —Adiós, Paula —me da una sonrisa malévola y después sale de casa.

Guao. Es la primera vez que me llama por mi nombre.

Y tengo que admitir que no suena nada mal en sus labios.

***

Me despido de mamá y una vez que estoy en la calle, desenredo mis audífonos mientras maldigo en voz baja. ¿Por qué demonios se enrollan tanto?

Cuando por fin los coloco sobre mis oídos, camino hasta el Instituto disfrutando de la compañía de la música.

Sí, estoy sola.

Nat decidió quedarse en su casa para descansar, ya que el médico se lo recomendó. Además, aún no se acostumbra a las muletas y teme caerse en el Instituto.

Llego al gran edificio justo cuando suena el timbre y guardo mi teléfono. Alguien pasa por mi lado rozando mi hombro y no tardo en descubrir quién  ha sido.

Iván.

***

Cojo la bandeja y me dirijo a la mesa de siempre buscando a Alice por algún lado, pero no la encuentro. ¿Habrá faltado hoy también a clases?

Demonios, parece que el destino quiere que tenga un día deprimente.

Diviso a mi hermano en otra mesa hablando con algunos compañeros de clase y pienso por un momento ir con él, pero finalmente descarto esa idea. No pinto nada allí.

Aprieto la bandeja y decido sentarme sola en la mesa.

Estoy comiendo tranquilamente mi sándwich cuando noto a Iván sentarse a mi lado como si fuera su amiga de toda la vida. No puedo evitar sentirme nerviosa con su cercanía.

—¿Qué quieres? —pregunto fingiendo aburrimiento, y le doy otro mordisco a mi sándwich.

Él se queda callado unos segundos y después se aclara la garganta.

—Hacerte compañía —responde, y lo miro incrédula —¿Qué me ves?

—¿Desde cuándo eres tan "amable"?  —entrecierro mis ojos hacia él —Hasta donde sé, no somos amigos.

Se encoge de hombros.

—Digamos que me gusta molestarte.

—Eres insoportable.

—Y quería preguntarte algo.

Eso capta mi atención.

—¿Qué? —frunzo el ceño.

—Supongo que esta tarde no tienes ningún plan, ¿no? —dice, y casi me atraganto con el sándwich. ¿Está haciendo lo que creo que está haciendo?

Oh. Dios. mío.

—Eh...n-no —niego con la cabeza —¿Por qué?

—¿Quieres... ya sabes, dar una vuelta por ahí? —dice, haciendo que me congele por completo. Esto tiene que ser un jodido sueño. Sí, tiene que serlo, porque de otra forma no me lo explico.

¿Dónde quedó esa seriedad y frialdad tan típica de él?

Me mira fijamente esperando una respuesta.

—Sí —asiento emocionada, pero cuando me percato de ello me aclaro la garganta. No quiero que piense que estaba esperando esto desde hace mucho —Quiero decir, sí, estaría bien.

Asiente.

—Te recogeré en tu casa a las siete —murmura levantándose de la mesa y desapareciendo en cuestión de segundos.

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¡Muchas gracias a los que votan! :)

Tú, mi problema © #1Where stories live. Discover now