Capitulo 8

5K 189 28
                                    

Salía el segundo sol, es decir, amanecía.

Tras la montaña de los ángeles, salían unos rayos de sol, de color anaranjado que creaban figuras bellísimas.

La montaña de los ángeles, recibía ese nombre, porque, según la leyenda, el dios Laitmeng, tras haber averiguado que uno de sus ángeles trabajaba para el dios del fuego, decidió encerrar al ángel allí para siempre. Por su traición.

Layla abrió los ojos lentamente, pero cuando vió que salía el segundo sol, se levantó muy rápido, para poder poner en marcha su plan.

Se fue a su enorme armario, de madera y abrió sus puertas. Se vistió con ropa deportiva: mayas negras, camiseta negra de tirantes, y deportivas de cordones, blancas con una raya negra.

Una vez vestida, se dirigió hacia otra armario, pero este era más pequeño y de un color verdoso. Del armarito sacó una pequeña mochila negra, que colocó encima de su cama. La abrió, y metió un móvil, una cuerda y un gancho,una linterna,y un colgante con forma esférica del que sobresalían un par de alas, fue un regalo de su padre cuando cumplió ocho años, dijo que le daría fuerzas para hacer todo lo que se propusiera.

Se colocó la mochila en la espalda, y se acercó despacio a la puerta, andando "de puntillas" para no hacer ruido, pues no quería que nadie la oyera.

Abrió la puerta despacio, se dirigió hacia las escaleras, las bajó bastante rápido, ya no tenía miedo a que la oyesen bajar, pues los escalones bloqueaban el sonido.

Cuando llegó a la parte final de los escalones, es decir, a la entrada de la sala del trono, layla miró a la pared derecha , y pulsó un ladrillo que tenía un color grisaceo.

Al pulsarlo, se metió hacia dentro, y la pared derecha, se movió hacia el lateral, desprendiendo una gran cantidad de polvo.

Estaba oscuro, y no se veía nada.
Layla sacó de su mochilita, la linterna que había metido previamente, la encendió, y alumbró el estrecho pasadizo, y comenzó a atravesarlo.

La puerta se cerró de golpe, asustándola.

El corazón le latía con mucha fuerza, estaba asustada, pero no por la oscuridad, sino por el miedo a que la pillaran.

La única que conocía aquel pasadizo era Layla, lo descubrió un día, hace ocho años:
cuando Estaba jugando; se apoyó en la pared, y sintió como el ladrillo se metía hacia dentro, miró a la pared y esta se abrió. La primera vez, tuvo mucho miedo, todo estaba muy oscuro.
Continuó por el pasillo, hasta que se encontró con una puerta de madera de roble, pintada con colores grises y negros como la piedra, con un picaporte de oro.
Giró aquel picaporte, y abrió la puerta.
Llegó hasta estandarte, repleto de naves, con las que surcaban el espacio.
Eran magníficas, con acabados plateados.
Estaban custodiadas por soldados, que servían al rey.
El uniforme de los soldados tenían colores verdes, con el signo de la bandera de Laitmeng en el pecho: una rosa de los vientos en el interior de un triángulo.

Desde entonces lo visitaba frecuentemente.

Layla atravesó ese pasadizo, hasta llegar a la plataforma de despegue.

Se asomó por una rendija de la puerta.

Había 110 guardas vigilando las 220 naves que se encontraban allí.

Layla cerró la puerta despacio, y corrió a esconderse detrás de una nave, no podían verla.

Se fue deslizando poco a poco por el lateral de la nave, hasta llegar a la cabina de mandos, donde se encontraban todos los controles, abrió la puerta de metal plateada, y se sentó en uno de los asientos de cuero.

Los Cuatro Elementos: La Guerra UniversalWhere stories live. Discover now