EDMUND PEVENSIE.| Abigail es una cercana amiga de los hermanos Pevensie. Gracias a su amistad, ella termina envuelta en el mundo de Narnia, con un problema de terrenos llevándose a cabo.
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CAPÍTULO SEIS: la guerra que no podía ser evitada.
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Abigail caminaba al lado de Edmund. Se encontraban unos pasos detrás de Peter debido a las quejas de la morena. Ella no deseaba encontrarse en primera fila para el duelo ya que estaba segura que no podría controlar su preocupación frente al enemigo. No obstante, los dos Pevensie la obligaron a ir con ellos. Los hermanos ya estaban lo suficiente preocupados por sus hermanas como para perder de vista a Abigail también.
Los estruendosos gritos erupcionaron de las gargantas de los narnianos en cuanto los tres reyes cruzaron la puerta. Peter caminaba con tranquilidad, luciendo confiado de sus propias habilidades y sin demostrar temor alguno. Edmund y Abigail lo imitaban. Parecía que ninguno de ellos temía por el posible futuro inmediato que se avecinaba sobre ellos.
El centauro que se encontraba parado frente al lugar donde se llevaría a cabo el combate les dio un asentimiento en cuanto el trío llegó. Abigail notó a Miraz intercambiar una mirada con los tres hombres que le rodeaban antes de colocarse de pie.
Edmund le otorgó la espada a Peter, y él la desenvainó de forma limpia y sin problemas, provocando que los gritos de apoyo volvieran a escucharse. Abigail observó a Peter, sintiendo la necesidad de volver a abrazarle a pesar que no lo haría. No frente a Miraz, no frente a las personas que confiaban en ellos. Por lo tanto, ella repitió en su cabeza el largo abrazo que le había otorgado al rubio cuando se encontraban dentro de su territorio, antes de salir por la puerta.
Peter daba pasos lentos, al igual que Miráz. Ellos se miraban el uno al otro, esperando a ver quién sería el que daría comienzo al duelo. Abigail sentía cómo su corazón se aceleraba y, por un momento, pensó que tal vez podrían escuchar sus latidos.
—Todavía hay tiempo para rendirse—, habló Miraz a través de su máscara, su voz sonaba ahogada debido a la densidad de ésta.
—Dese el gusto—, contestó frío Peter. Su voz seguía siendo clara ya que no se había colocado la máscara aún.
— ¿Cuántos más morirán por el trono?
—Sólo uno—, replicó antes de, finalmente, cubrir su rostro con la máscara.
