EDMUND PEVENSIE.| Abigail es una cercana amiga de los hermanos Pevensie. Gracias a su amistad, ella termina envuelta en el mundo de Narnia, con un problema de terrenos llevándose a cabo.
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CAPÍTULO DOS: el gran león vendrá.
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Los cinco adolescentes cambiaron su vestimenta, utilizando ahora algo más cómodo y de acuerdo a su situación. Abigail lo había calificado como un atuendo digno de Narnia y, como Lucy le dio su aprobación, ella supuso que llevaba la razón.
El grupo no tardó en salir del lugar y volverse por sus propios pasos, llegando nuevamente a la playa que les había recibido de forma jovial. Pero fue entonces cuando Abigail reparó en el pequeño bote a unos metros de la orilla, donde dos hombres vestidos con armaduras se encontraban.
— ¿Se supone que eso es normal?—, señaló el bote la morena. Los hermanos Pevensie se miraron entre ellos, tan confundidos como Abigail ante la situación que se reproducía frente a sus ojos.
Los relatos que Lucy le había contado una y otra vez a Abigail le habían dejado en claro que no había personas humanas en Narnia como en su mundo. De hecho, Narnia sólo albergaban animales parlantes y criaturas que en su mundo solo podían ser encontradas en libros de mitología.
—No lo sabemos—, contestó Peter finalmente, siendo el único a atreverse a dar una respuesta mientras entornaba los ojos con la intención de ver mejor a aquellos hombres. Los hombres levantaron sus remos, dejando de avanzar, antes de pararse y levantar a un enano entre sus brazos en el camino —. No puede ser—, balbuceó anonadado antes que los hermanos corrieran en dirección a ellos.
Los ojos de Abigail se separaron de ambos hombres para posarse en la familia antes de seguirlos a paso rápido. Ella no estaba segura de qué hacer, al igual que tampoco se encontraba completamente segura de lo que estaban a punto de hacer los hermanos.
La morena prefirió seguirlos a una distancia precavida, negándose a perderse en un mundo que no conocía cuando podría ser acompañada por los mismos reyes de la nación.
Susan llevaba unos cuantos pasos de ventaja por sobre sus hermanos y, cuando le pareció que sus cálculos saldrían victoriosos, se detuvo sobre la planta de sus pies y alzó el arco. Su brazo derecho se estiró hacia atrás con cuidado y precisión antes de soltar la cuerda, provocando que la flecha cortara el aire antes de clavar su punto contra la madera del bote.
