EDMUND PEVENSIE.| Abigail es una cercana amiga de los hermanos Pevensie. Gracias a su amistad, ella termina envuelta en el mundo de Narnia, con un problema de terrenos llevándose a cabo.
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CAPÍTULO CINCO: los errores suceden.
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Edmund y Abigail caminaban junto con uno de los minotauros, quien cargaba a Trumpkin que cada vez lucía aún más pálido. Abigail escuchó gritos y se adelantó para encontrarse con Caspian y Peter apuntándose el uno al otro con la espada al cuello.
— ¡Basta!—, gritó Abigail con una autoridad desconocida para ella misma. Tanto Peter como Caspian se impresionaron e igualmente bajaron las espadas.
Cuando el minotauro y Edmund llegaron a su lado, el primero poso suavemente a Trumpkin en el suelo. Lucy corrió inmediatamente hacia él con la pequeña botella en mano, vertiendo un par de gotas del jugo mágico. En cuestión de segundos, Trumpkin volvió a abrir los ojos.
— ¿Qué hacen allí parados? Los Telmarinos llegaran pronto—, advirtió él y Abigail tragó saliva, sabiendo que tenía la razón. La morena observó a su alrededor para sólo encontrarse con tristeza y desdicha dibujadas en los rostros de todos. Mujeres y niños llorando por sus esposos, padres, hermanos, hijos, amigos.
Abigail suspiró, mirando al suelo. Sintió una mirada sobre ella, y se encontró con la de Edmund —. No estábamos preparados—, susurró ella —. ¿Qué se supone que haremos ahora?
—No lo sé—, contestó Edmund después de un momento en silencio —. Pero tal vez tú tengas una idea—, sugirió, pero ella no tenía idea qué podrían hacer.
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Lucy soltó una suave y melodiosa carcajada cuando vio a Abigail con un cambio de ropa. La pequeña observó con admiración cómo la vestimenta le encajaba a la perfección después de tanto tiempo viéndola sólo con su uniforme.
— ¿Demasiado?—, inquirió Abigail, interpretando para mal la carcajada.
Lucy se levantó de su lugar, negando levemente con la cabeza —. Perfecto, muy narniano.
