«Ella se movía con gracia y elegancia sobre el hielo, hacía parecer a los patines como una parte más de su cuerpo. El patinaje artístico era su vida; los entrenamientos su ocio y rutina; el hielo su camino; la danza su amor. Para ella el amor era el...
Tn y Yuri caminaban por las heladas calles, mientras la nieve caía de a poco sobre ellos; iban conversando tranquilamente hasta que llegaron a su destino. La persona que los esperaba sonrió, era Viktor.
– ¡Vitya! –sonrió Tn.
– Buenos días, Tn –saludó mientras se abrazaban.– Hola Yurio.
– Hola –saludó el rubio.– ¿El Katsudon aún no ha llegado?
– No, pero ya debe estar por llegar.
– Tch.
– Deja de quejarte, Yuratchka –rió. Viktor también rió.
– ¡¿Ah?! Tch.
Yurio se apoyó en el barandal azul, mientras Tn y Viktor conversaban animadamente.
Yuuri corría por las calles apresuradamente junto a Makkachin, se le había hecho tarde. Divisó a las personas que lo esperaban y sonrió.
– Ahí está –sonrió Tn.
– Al fin –murmuró Yuri.
– ¡Gatito! –lo regañó.
– Tch. Lo siento, ya.
Tn rió. Viktor levantó su mano mientras veía a Yuuri llegar.
– ¡Yuuri! –gritó el albino.
Yuuri sonrió y se detuvo frente a ellos. Makkachin también se detuvo. Tn se acercó a aquella mascota y comenzó a acariciar su cabeza.
– Hola –saludó Yuuri a todos.
– Makkachin~ –canturreó Tn mientras jugaba con el rostro del perro.
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– Al fin. Íbamos a irnos sin ti, Katsudon –dijo Yurio.
– Gatito, ya –rió.– Hola Yuuri –sonrió.
– Lamento haber tardado –se disculpó.
– Muy bien, vámonos –dijo Viktor.
– Sí –asintieron los tres.
Yurio tomó la mano de Tn. Los cuatro, junto a Makkachin, comenzaron a caminar hacia su destino.
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