Capítulo 9

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La Pincesa, Toadsworth y ambos héroes ya se encontraban en la puerta del castillo, preparados para salir a la aventura. Mario tenía en manos el mapa, el cual revisaba curiosamente pues era difícil saber si este estaba al revés. No indicaba cuál era el norte, ni tampoco poseía escritos legibles. Consistía apenas en un dibujo mal trazado de lo que se suponía que debía ser el castillo de Peach, una línea que indicaba el camino, y al final de este una gran mancha de una desconocida sustancia, en la cual si se observaba bien entre luz, se podía ver que antes de la mancha, una equis ocupaba ese lugar; dando a conocer que ese era su destino, el reino Hexdom.

Mario habría preguntado por un mapa más específico, pero no lo hizo. ¿Por qué la Princesa Peach les habría dado tal mapa? Seguramente porque era el único que poseía.

- Supongo que nos tendremos que guiar por tu sentido común, ¿Eh, Luigi? - Bromeó Mario, guiñándole un ojo a su hermano y dándole un pequeño golpe con el codo a la vez. Pero a pesar de que esto era una broma, Luigi no se notaba muy entretenido. Se notaba, más bien, un poco preocupado; por no decir mucho. Le aterraba la idea de que no solo iban a un lugar el cual no había sido visitado hace siglos, sino que la única referencia que tenían era un trozo de papel antiguo con garabatos, el cual se rehusaba a llamar mapa.

- Por favor, tengan mucho cuidado. - Pidió Peach, justo después de que Toadsworth lo pensara. 

- Cuiden bien esos pines, y recolecten todos los champiñones que se encuentren en el camino, ¡No queremos que ocurra una desgracia! - Advirtió el anciano bastante preocupado, entregándole uno que tenía guardado a Mario.

- ¡No se preocupen! Como siempre, estamos completamente preparados para toda clase de circunstancias. - Contestó Mario con confianza, mientras guardaba el champiñón que recién había recibido, en uno de los bolsillos que poseía su azul overol.

- Muy bien, estaremos esperándolos aquí. ¡Les deseo mucha suerte! - Se despidió finalmente Toadsworth, agitando uno de sus cortos brazos en el aire y sonriendo, despidiéndose de ambos, Mario y Luigi. Lo mismo hizo la Princesa, sólo que esta se notaba aún algo preocupada. - Buena suerte. - Dijo en voz baja, mientras veía cómo ya se alejaban en el camino.

Finalmente los héroes partieron a su aventura. Pasaron a través de las características casas de diferentes tamaños y colores de la gran ciudad Toad, y finalmente salieron del reino Champiñón, dirigiéndose hacia el bosque que dividía a todos los reinos. No era primera vez que se adentraban a este bosque, así que no necesitaban un mapa para llegar hasta allí, para ellos era pan comido.

Mario se detuvo un momento para observar el exterior del bosque. - Muy bien, Luigi. Aquí es donde empieza lo bueno. Todos los monstruos se encuentran en el Bosque Oscuro. - Mario se hace hacia su hermano. - ¿Estás listo? - Cuestionó retóricamente el mayor de los dos, con el aire de aventura y confianza que siempre emanaba; al igual que el olor a alcantarilla del cual todavía no se libraba.

Luigi, aún nervioso, traga saliva tras notar la cantidad de pares de ojos que le observaban a través de la oscuridad del bosque. Luego, lleva de nuevo su vista hacia su hermano, y con un intento fallido de confianza, asiente. 

Mario sonríe orgulloso por la respuesta. - ¡Entonces, let's-a go! - Clamó, dando un salto alto y luego corriendo rápidamente hacia el interior del bosque. Seguido por su nervioso hermano.

Al entrar al bosque, se podían escuchar unas fastidiosas risillas, pero no podían ver a los dueños de estas. Los altos y frondosos árboles tapaban la luz, provocando así que se generara una gigantesca oscuridad, pero no lo suficiente, pues aún se podían ver, con un poco de facilidad, los árboles, riachuelos y más que formaban a el bosque.

Todo lucía bien para Mario, pero para Luigi, era una gigantesca incomodidad tener un montón de ojos y risas rodeándole. Sus rodillas temblaban y sus manos, bajo sus blancos guantes, sudaban. 

- E... Esto me trae malos recuerdos, Mario... - Dijo el de verde, intentando no tartamudear mientras miraba a todos y cada uno de los observantes y siniestros ojos.

Mario se detiene y pone una de sus manos en su barbilla, pensando. - ¡Ah! Ya sé. Aplastemos a algunos Goombas. ¡Eso te hará sentir mejor! - Ideó Mario, señalando a un grupo de unos Goombas que se encontraba a unos tres metros, que al parecer no los habían visto aún. 

Los Goombas eran unos de los pocos monstruos a los cuales Luigi no les temía tanto, y esto era algo que Mario había tomado en cuenta. 

Luigi asiente. - Pero ve tú primero, hace tiempo que no lo hago. Necesito refrescar mi memoria. - Se excusó rascándose la nuca.

Sin dudarlo, Mario se dirigió hacia los Goombas, quienes no tardaron en notar su presencia y automáticamente corrieron hacia él. Al darse cuenta de esto, Mario dio un brinco y rebotó sobre la cabeza de uno como si fuese un trampolín, dio una voltereta en el aire y al caer, como consecuencia, calló de nuevo sobre este, el cual se esfumó, liberando un par de monedas doradas. Mario cae perfectamente de pie sobre la verde grama del bosque, justo como un acróbata profesional.

Luigi, admirando lo que su hermano acababa de hacer, le aplaudió, luego se acercó hacia las monedas y tomó ambas. - ¡Ahora, es tu turno! - Dijo Mario, mientras veía que se aproximaba otro Goomba.

Mario & Luigi: Bewitched Adventure / Aventura EmbrujadaWhere stories live. Discover now