Capítulo 8

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Bowser soltó un gruñido tan fuerte que hizo temblar el suelo. - ¡Quien quiera que sea el ocioso que esté provocando todo este lío, debe ser destruido! - Exclamó fúrico, soltando un aliento de negro humo. - ¡Nadie se mete con MI reino! 

Tras esto, nadie lucía impresionado, excepto por el aún asustado Goomba. Kamek se hallaba sumido en sus pensamientos. Analizaba la situación: ¿Desapariciones repentinas? Tal vez era obra de alguna clase de ser mágico. No. Realmente lo era. A Kamek se le hacía muy familiar todo esto de desapariciones, pues era un Magikoopa, la magia era su principal vocación.

Ahora, ¿Por qué tal ser mágico, si es que lo hay, querría hacer tal cosa? y ¿Qué clase de ser mágico puede hacer esa clase de magia? Kamek jamás había conocido a alguien que habría podido realizar desapariciones repentinas y pasar desapercibido, en ningún lugar más que en antiguos libros. O simplemente no lo recordaba.

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- Juro que si esa barrera llega a ser destruida antes de que yo lo haga ¡Tú también lo serás! -

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Una ráfaga de fríos vientos recorrieron la espalda de Kamek repentinamente. Acababa de recordar algo.

- Oye, Kamek ¿Estás bien? - Lemmy cortó de golpe los pensamientos del Magikoopa. - ¡Parece que acabas de ver un Boo! - Empieza a reír a carcajadas.

Kamek notó que tanto su pulso como su respiración estaban acelerados, y como consecuencia, también sudaba. - Oh, no. Nada ha pasado. Seguramente es por la lava ¡Qué calor! - Se excusó, mientras abanicaba su rostro con una de sus manos. - Con su permiso... Iré a refrescarme. - Agregó mientras ya se retiraba rápidamente del lugar.

- ¡¿Adónde crees que vas?! ¡Tienes asuntos que atender! - Le gritó Bowser a Kamek, pero ya este había avanzado mucho y no le escuchó o, simplemente, lo ignoró. Lo que sea que iba a hacer Kamek debería de ser muy importante como para hacerlo ignorar al rey. 

En su camino, Kamek logró llegar a lo más profundo del castillo. Un área que muy pocos conocen y, por efecto, no había vuelto a ser visitada hasta ese momento. Pasó por un largo y oscuro pasillo el cual, al final, tenía unas largas escaleras, las cuales bajaba con suma velocidad cual Bill Bala. Al llegar al final de las escaleras, se encontró con una vieja puerta de madera cerrada con llave, la cual se notaba húmeda y vieja, poseía unos agujeros por los cuales casi se podía ver el oscuro interior de la sala a la cual llevaba.

- ¿Cómo pude haberme olvidado? Ha pasado tanto tiempo... ¿Estaré en problemas? - Murmuraba nervioso, mientras rebuscaba entre sus mangas hasta que al fin, logró sacar de una de ellas una gran llave de plata oxidada, la cual encajaba perfectamente en la cerradura. Sus manos temblorosas lograron girar la llave dentro de la cerradura y abrir, finalmente, la antigua puerta.

En la habitación, solo se lograba escuchar la fuerte respiración de Kamek y el eco de la puerta la cual rechinaba a medida que se abría más y más. A parte de eso, solo se podía escuchar un silencio, un inquietante e infinito silencio. Kamek asomó su cabeza por la abertura de la puerta. Sus ojos, tras sus grandes gafas, intentaban acostumbrarse a la oscuridad, para así poder ver. El cual fue un intento fallido, pues después de un gran rato no logró ver nada aún.

- Se... Señor Vat... - Llamó el Magikoopa, con la esperanza de recibir una respuesta. Se aclaró la garganta. - ¿Está allí? - Continuó, mientras abría más y más la puerta, hasta que se lograba ver la luz de las antorchas que iluminaban a las escaleras en el suelo de la oscura sala.

Pero, como respuesta, solo recibió un intrigante silencio. Kamek dio un par de pasos dentro de la habitación, agarró su varita mágica y con esta intentó iluminar el resto de la habitación. Lentamente, avanzaba más mientras iluminaba su alrededor con su varita. Aparentemente, después de un rato de dar pasos breves, logró llegar al final de la habitación, pues se había hallado con una pared de madera, la cual, al igual que la puerta, se notaba vieja y descuidada. Kamek soltó un suspiro de una extraña mezcla entre miedo y decepción. 

Tras esto, dio media vuelta, para encontrarse con un par de ojos color violeta que lo observaban con lo que parecía ser furia. Por instinto, Kamek soltó un brinco y planeaba huir corriendo como si no hubiera un mañana. Pero esto último no pudo lograrlo pues su cuerpo estaba paralizado, no podía moverse. Ni un músculo.

El silencio de la habitación se rompió con una risa enfermiza, y, para él, muy conocida. El cerebro de Kamek intentaba recordar cuándo fue la última vez que había escuchado esta risa, mientras su corazón latía tres veces por segundo.

- ¡Kamek! ¡Mi viejo amigo! - Dijo la voz a la cual le pertenecían ambos, los ojos y la tenebrosa risa. - ¡Me alegra tanto que después de tanto tiempo hayas decidido visitarme! - Continuaba, mientras se acercaba más y más, hasta que se logró ver una silueta, de lo que parecía ser alguien encapuchado. 

Kamek quería decir algo de vuelta, pero no podía. No porque estaba paralizado, sino por el mismo miedo que le recorría. La oscura silueta se acercaba más y más al paralizado Magikoopa, el cual silenciosamente se arrepentía de haber ido a ese lugar. 

- ¿Es que no te alegras de ver de nuevo al gran Magmal Vat

Mario & Luigi: Bewitched Adventure / Aventura EmbrujadaWhere stories live. Discover now