16. Nuestra fuerza

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DNA - Little Mix

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La ciudad de Nueva York

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La ciudad de Nueva York. No podía pensar en otra cosa diferente a eso: Nueva York. El hogar de Ares. Me sentía ansiosa, entusiasmada, y con miedo. Mi mente no alcanzaba a imaginar cómo sería el dios de la fuerza y la guerra, por mucho que tratara la imagen era borrosa en mi cabeza. Los recuerdos que había obtenido de Atenea no eran tan claros como para construir su imagen del dios, además de que podría ser muy diferente en esta vida.

A pesar del dolor muscular como recuerdo lejano del entrenamiento infernal, me incorporé del sofá donde durante cuatro horas permanecí acostada. Habíamos abandonado el bucle hacía cuatro días, pero aun así todo me seguía doliendo, o quizá solo eran imaginaciones mías.

Mis amigos no parecían haber pasado por mayor prueba, no se veían cansados o diferentes, algo envidiable. Me acerqué a ellos, a unos pasos de mí, tratando de ignorar el dolor fantasma y las marcas intangibles que me dejó el tiempo en ese bucle.

Trataba de olvidar esa experiencia, a pesar de que Astra decía que había valido la pena porque me dio claridad y me volvió una de ellos, algo en lo que yo no estaba de acuerdo. A veces sentía que hacía parte de ellos, otras no podía sentirme más excluida.

Evan realizó un raro movimiento con las manos, y como resultado obtuvo una proyección cuyo único color azul era lo que hacía que se viera como tal. Era la forma del planeta Tierra, bastante grande. El chico de ojos azules movió de nuevo las manos, y esta vez la visión de la Tierra se redujo a Estados Unidos.

—¿Cómo lo hiciste? —pregunté.

—Así fue como encontré a Sara —confesó Evan. Acercó más el mapa, hasta lo que yo deduje era la vía que conectaba a Pensilvania con Nueva York—. ¿Ven esos puntos de colores? —Había cinco, cada uno de un color diferente—. Esos somos nosotros, y ese —Señaló un punto naranja en algún lugar de la ciudad—, es Ares.

Se veía lejos, y en movimiento, lo que me hizo preguntarme cómo se suponía que lo íbamos a encontrar, y más aún, a hablar con él.

—La ubicación no es precisa —admitió mi amigo—, es tan solo una aproximación, por lo que el encontrarlo depende de nosotros.

Kamika: Dioses GuardianesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora