21. Nada importa ahora

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-No tenías porque hacerlo- susurró con una sonrisa Marcelo.

-Ya te dije, amor. Quería hacerte algo lindo, te lo mereces.- sonrío ella.

Marcelo se acercó y besó ambas mejillas. Altair entrelazó sus manos con las de él y lo encaminó hasta el sofá blanco mientras le sonreía grandemente. Tomó las dos copas de champán y Marcelo tomó la botella de champaña y la abrió. El líquido espumoso rebozaba de las copas mientras Altair tomaba algunas fresas ya picadas en rodajas y las echaba a las copas para darle un exquisito sabor al champán.

-¿Entonces me merezco tener a la más hermosa, creativa, increíble mujer como compañera de vida?- preguntó con una sonrisa -Buen trabajo ancestros-

-Te la mereces. Eres un hombre muy detallista, amoroso, SOBRE PROTECTOR, paciente y todo eso lo agradezco. Tú haz aguantado cada estupidez y cada desplante que te he hecho y me siento mal ahora que sé todo- dijo dejando la copa en la mesa junto a las fresas y el chocolate.

-Sabes, creí que llegarías a rechazarme. Creí que no querías saber más de mí y la verdad ya me estaba haciendo a la idea de que tarde o temprano iba a morir- dijo mirándole con un poco de tristeza.

De tan solo pensar en no tener un lazo con ella le hacía dolor el estómago, era algo fatal. Se había acostumbrado en tan poco tiempo sentir lo que ella sentía que no le sorprendía y no sentirlo podía llevarlo a la locura. Pero sus ancestros se apiadaron de él y de su corazón. Estaba conectado con ella y agradecía esa conexión cuando, a distancia, quería sentirse más cerca de ella. Su lazo había sido lo mejor que le había pasado y cuando lo había sentido por primera vez sintió que podía ser lo más importante en su vida.

-Lo hice pero no como se debía, gracias a Dios. Me hubiese arrepentido toda mi vida.- dijo Altair tratando de sonreír pero falló en el intento.

Marcelo se acercó lentamente a ella y acarició su mejilla derecha. Observó detalladamente los ojos de ella los cuales le hipnotizaban cada vez que entraba en contacto con los suyos. Era inevitable, esa mirada había sido un imán inmediatamente que se vieron por primera vez. Acarició el contorno de sus cejas mientras sonreía hasta que llegó al lugar que se estaba convirtiendo en su lugar preferido. Despacio, Altair remojó sus labios llevando a Marcelo a la perdición. Se acercó más, tanto que sus labios se rozaban y la besó.

El corazón de ambos iba desbocado. Sus latidos estaban muy por encima de lo normal y la verdad era que ni les preocupaba eso. Estaban seguros que estando juntos, como ahora era, no tenían nada de qué preocuparse. Sus corazones no corrían peligro si estarían el uno para el otro. Altair llevó sus manos a las mejillas de él y acarició la pronunciada barba que no le disgustaba para nada.

La intrusa lengua de Marcelo jugaba con la de Altair mientras sus manos acariciaban más de lo que habían acariciado. Altair se aferró al cuello de Marcelo acercándolo más a ella. Marcelo, con sus labios, empujó con delicadeza a Altair recostándola en el sofá. Estaba encima de ella procurando que ella no estuviera incómoda y siguió besándola.

Luego sus labios comenzaron a descender por su cuello evitando a toda costa marcarla. Su lobo aúllo de solo pensar en ella marcada. Sacó despacio su lengua y lamió con delicadeza el lugar exacto donde iría su marca ambos temblaron. Altair abrió sus ojos de par en par y lo miró algo sorprendida y Marcelo sonrío. Sabía lo que había sido, su lazo estaba haciendo su trabajo. Ambos sintieron la necesidad de pertenecer el uno al otro pero a pesar de que él y su lobo necesitaban marcarla. Marcelo no quería terminar con ella asustada y temblando. Bueno si temblando pero no por miedo. Eso había sido su pesadilla durante los meses que estuvieron separados. Su mate había aceptado el hecho de que él sea un hombre lobo pero era muy pronto para marcarla.

Tú, mi alfa「 Heart of Wolves I 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora