43 - Sigamos Siendo Amigos

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Durante la secundaria estaba muy feliz de tener amigos muy buenos: Max, Cristal, Clara y Esteban. Cuatro amigos muy notables, porque Max era muy popular en el colegio por su atractivo; Clara era una niña muy bonita, popular entre los chicos, aunque poco delicada para el gusto de ellos; Esteban tenía cargos importantes en el colegio como brigadier; y Cristal era una chica muy extrovertida, la que sacaba de quicio a los profesores con sus intervenciones tan ocurrentes.

El profesor de educación física nos había separado en grupos de cinco para que nos apoyáramos durante los ejercicios de saltos con el taburete. Cristal, quien estaba en mi grupo de cinco, se lucia haciendo dobles saltos mortales que el profesor no había pedido, pero que todos los alumnos ovacionaban cuando veían esos movimientos tan dificultosos. Ella era muy hábil en deporte.

—Clara no es buena como tú en los ejercicios —dije viendo a Clara, mientras ella se ocultaba atrás de Max cuando el profesor le pedía que salte en el taburete.

Max tenía educación física al mismo tiempo que nosotros a pesar de estar en diferentes clases, por eso Clara, quien estaba en mi salón, se iba a ocultar atrás de Max cuando el profesor le ordenaba que hicera ejercicios. Desde nuestro lado del patio, Cristal y yo la veíamos siendo regañada por el profesor de Max por distraer a su clase. Muchos chicos se aprovechaban de la oportunidad para acercarse a Clara cuando se comportaba como una damisela.

—No, no es buena como yo —me respondió mirando la escena tan cómica—, pero créeme cuando te digo que ella sí puede saltar taburetes. Clara a veces se comporta como una señorita a propósito. Mira lo bien que se le da ocultarse tras Max como si fuera una señorita delicada. No pierde el tiempo nuestra Clara.

—El profesor le pondrá una mala calificación si Clara no salta.

—Sí lo hará, pero cuando el profe la amenace con un cero.

—Eso es extraño. Clara no debería jugar con su calificación de esa manera.

—Es que todo es por esa cosa llamada Amor, eso que vuelve locas a las chicas. Tanto lio Clara, pero ya está bien advertida, porque si no me hace caso le va a ir muy mal. Hasta ahora ha ido muy bien, pero me preocupa que se ponga así de coqueta. Mira cómo se ponen los chicos cuando Clara se comporta como una señorita en peligro. Todos están bien atentos por sacarle el número de su celular. Pero pobrecita, porque el único que le interesa no toma en serio a ninguna mujer.

—A ella le gusta...

—Uno muy guapo, uno que trae loquitas a las chicas y que anda dando vueltas a nuestro alrededor. Adivina quién.

— ¿Es Max?

—Exacto, Caramel, pero eso se nota bien claro.

—Solo lo sospeché —dije sin mirarla—, pero luego me hace creer que no es así.

—A ella le gusta desde la primera vez que lo vio, pero ya vez, no pasó nada porque yo no se lo permití. Caramel, date cuenta. Max también quería seguirle el juego a Clara cuando la conoció, pero yo lo amenacé con cortarle esa cara bonita que tiene con una hoja de papel si le ponía las manos encima a mi amiga. Era por el bien de ambos. Lo de ellos no iba a resultar.

Clara era popular entre los chicos. Su aspecto delicado, fina como una muñeca de vidrio, les encantaba a los chicos. A Clara le gustaba el rubor, el brillo labial, las cosas bonitas, cosas de chicas; pero a pesar de eso, su carácter era muy extrovertido, aunque nada comparado al de Cristal. A veces Clara se aprovechando de su aspecto físico para conseguir algunos favores o cualquier cosa que quería. Su dulzura fingida le ayudaba mucho.

Los dos, Max y Clara, hacían un bonito cuadro cuando estaban juntos. Se veían como novios cuando ella hacía de sus locuras porque Max tenía la costumbre a seguirle el juego.

Max no amaba a nadie, pero mis manos me sudaban cuando los veía juntos. El amor tenía que llegar, no sabía cuándo, pero sabía que todos se enamorarían algún día. El camino que tomaríamos marcaría huellas imborrables en nuestras vidas. Pensar en el futuro me dolía, pero era algo real, algo que iba a pasar. Solo tenía que esperar que todo sucediera, porque nada se sabía.

—No sabemos, quizá lo de ellos sí resulte —dije—. El amor suele ser impredecible. Nos puede sorprender. Se puede estar enamorado de alguien sin saberlo, solo tenemos que esperar...

—Así que muchas cosas que no sabemos —se rio—, así como no sabes que tú me gustas. Estas en nada Caramel. Eres tan despistado.

Mi mente se puso en blanco.

Una declaración en plena clase mientras todos se encontraban distraídos mirando como el profesor regañaba a Clara por interrumpir y desconcentrar a sus alumnos. Entre tantos compañeros, todos distraídos, sin percatarse en nosotros dos, Cristal me dejó helado. Esperé que se riera después de sus palabras, esperé que me diera un golpe en el hombro como solía hacerlo para finalmente decirme que todo había sido una broma... pero no lo hizo.

—Caramel, despierta, no te desmayes en plena clase, ¿Quieres?

—Disculpa —traté de hablarle tranquilo.

—Lo siento, no es una broma —su aclaración me dejó mudo—. No te asustes, no soy una bruja. Lo que pasa es que estaba pensando: "Ya es hora que le diga a Caramel que me gusta y hoy se lo digo sí o sí". Además no quería arrepentirme, ya sabes, los accidentes son cosas de todos los días. Imagínate, un avión podría aterrizar en estos días sobre mi casa, y bien muerto ya nadie se puede confesar.

Cristal continuó hablando sin parar de lo más normal. Ella sabía que me había puesto en aprietos, por eso estaba siendo amable conmigo con su extensa charla sobre accidentes repentinos. Poco a poco su conversación se iba alejando de lo que me había revelado, como si nunca hubiera pasado. Cristal era mi amiga y la quería mucho. Ella no merecía que yo me hiciera el desentendido quedándome callado después de esa confesión tan sorpresiva.

—Cristal—la interrumpí. Ella me miró atenta. Me volví a helar, pero tenía que decirle algo o no iba a poder verla de la misma manera. Respiré hondo y agregué:

—Pero... cómo te puedo gustar. Nosotros somos amigos —luego de esas palabras me sentí realmente estúpido.

—Tranquilízate ¿Sí? Estoy enterada que somos amigos y no lo dejaremos de ser —dijo dándome un golpe en el hombro—. Por si acaso te digo: Si te atreves a esconderte luego de lo que te dije, prepárate, porque te voy a golpear por tratar de huir de tu amiga.

Ella se puso en mi espalda repentinamente, como ocultándose, tratando de imitar cómicamente la delicadeza que había fingido Clara. El profesor se acercó a nosotros porque era nuestro turno para saltar. Los cinco de mi grupo nos alineamos en la fila. Yo me encontraba en el tercer lugar y cristal en el cuarto. Pero Cristal, al escuchar el pitido para que mi compañera Violeta corriera y diera el salto por ser la primera en la fila, salió de su lugar repentinamente para ocupar la primera posición. Corrió y dio hermosos giros en el aire como las gimnastas olímpicas dejando a todos los chicos maravillados. Todos la ovacionaron con silbidos cuando la vieron detenerse perfectamente. Clara se acercó a ella para levantarle el brazo como si Cristal hubiera ganado una medalla de oro.

Cristal era muy alegre, loca, como muchos la consideraban, pero ella era mi amiga y la quería mucho. Ella seguía sonriendo en ese alboroto, como siempre. "Ella es muy fuerte", pensé. Nunca me había declarado a nadie, pero consideraba que mi sonrisa no seguiría siendo la misma si alguien me dijera lo que le dije a Cristal: "Somos amigos". "Ella es fuerte", volví a pensar, "El desamor no debe doler tanto".

AUN SIEMPRE SERAS TÚ |1RA PARTE|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora