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Fue necesario otro día para empezar. En el momento en que el día de la cena de Navidad llegó, Blaine estaba mucho más relajado y sonriente, al menos la mitad de lo que había estado durante el verano. Pasaron la tarde en su habitación, Bee tocando suavemente la guitarra mientras hablaba de los Warblers y de sus logros académicos, acerca de sus solicitudes para la universidad y los momentos duros que su padre le estaba otorgando por su insistencia en dedicarse a la música.

Sobre su deseo de ir a estudiar a Nueva York.

No tocaron ningún tema difícil -no realmente. Ellos no estaban allí todavía. Pero Cooper se quedaría durante dos días más y esperaba que para el momento en que regresara a su casa, Blaine ya se hubiera abierto lo suficiente para realmente hablar. Podía ver que el chico lo necesitaba. Tal vez él también lo necesitaba.

Su madre les indicó desde el piso de abajo que se cambiaran y bajaran para la cena de Navidad, y cuando se encontraron en la escalera diez minutos más tarde, Cooper estaba encantado de ver que Blaine estaba usando una de las elegantes pajaritas que había recibido de Kurt. Ésta era perfecta para la ocasión, impresa con pequeños árboles de Navidad y bastones de caramelo, y combinaba a la perfección con la camisa blanca y la chaqueta de terciopelo color vino que Blaine había elegido usar. Su hermano pequeño se veía apuesto. Incluso su sonrisa estaba de vuelta, cálida y real, y de repente Cooper se sintió muy feliz de no haber renunciado a venir aquí. Tal vez esta Navidad sería buena después de todo.

La ilusión duró unos dos minutos.

Se dirigió a la cocina para tomar una cuchara de servir adicional a petición de su madre y se detuvo en la puerta en el camino de regreso, sólo para disfrutar del ambiente festivo en la habitación. No se había dado cuenta de que se lo había perdido -el árbol de navidad y las velas, el olor de la comida que impregnaba el ambiente, y todo el mundo ahí, relajado y alegre. Los pequeños momentos en que la casa se sentía como un hogar. Incluso su padre estaba de buen humor, sonriendo.

Y fue con una sonrisa que él casualmente dijo,— Blaine, por favor ve a cambiarte esa pajarita tan marica, ¿de acuerdo?

Y Bee... simplemente suspiró, su sonrisa se congeló en una falsa expresión que se veía tan mal en él, y se puso de pie para ir al piso de arriba.

La mandíbula de Coop cayó. En tres sancadas estaba junto a la mesa, con su mano en el hombro de Blaine para detenerlo, sus ojos fijos en el rostro sereno de su padre.

¿Qué le dijiste? —Apenas reconoció su voz, era tan tensa y llena de ira, y simplemente empeoró cuando Blaine habló en un susurro.

— Está bien, Coop, sólo me iré a poner una corbata. Regreso en...

— No, claro que no. —Dios, no se había sentido así de furioso en años.— ¿Qué quieres decir con 'está bien'? No está bien, está...

Blaine respondió lo suficientemente bajo para que sólo Cooper lo escuchara.— Así son las cosas. Estoy acostumbrado. Sólo me iré a cambiar, en serio. No te preocupes por eso.

Y la voz de Blaine, serena cuando debería estar enojado, hizo que algo estallara en Cooper, algo duro y caliente, algo que había crecido y que se había fortalecido al vivir en Nueva York, a causa de su amistad con Kurt y Sebastian, a causa de ver a su propio hermano floreciendo y feliz al ser aceptado en una forma que debía ser obvia y natural.

Ya no importaba que el hombre frente a él fuera su padre, y que Cooper hubiera solido temerle y obedecerle y acobardarse ante su juicio. No le debía nada a este hombre. Y ahora cuando lo miraba, Cooper no veía la imponente figura que arrojaba una sombra sobre su infancia con comentarios mordaces y ocasionales golpes verbales que eran muy pequeños para llamarlos abusos, pero lo suficientemente grandes como para herir cada fibra de su ser cada día. Lo que veía era un imbécil común y corriente, un idiota homófobo como muchos que había encontrado y despreciado, un hombre que no valía la pena.

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