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—¡Buenos días, señora! —dijo Guillermo, entrando a la casa de Samuel.

—Buenos días, Guille —respondió la mujer desde la cocina—. Samuel está en su cuarto, dentro de un rato estará listo el desayuno.

—Gracias.

Guillermo corrió escaleras arriba hasta toparse con la puerta de la habitación de Samuel. Tocó pero, al no obtener respuesta, empujó la puerta y asomó la cabeza.

No había nadie.

Frunció el ceño y entró del todo.

—¿Samuel? —habló—. ¿Samu, donde estás?

Detuvo su andar cuando vio luz en el baño. La puerta estaba entreabierta, así que se le hizo fácil entrar.

—¡Samuel! —dijo asustado—. ¡Samuel, ya basta!

Suicida | wigettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora