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Las mejillas sonrojadas de Guillermo delataban lo nervioso que se sentía.

El temblor en las manos de Samuel y la picazón en sus muñecas delataban lo ansioso que se sentía.

Guillermo detuvo su andar y se puso delante del mayor, a quien tomó de las muñecas y lo miró a los ojos.

—No —susurró acariciando la piel de sus muñecas—, te harás daño.

—Tú me estás haciendo daño —sentenció Samuel mirando fijamente a sus ojos.

Guillermo mordió su labio inferior y miró el cuello de Samuel, buscando escapar de su insistente mirada.

Lo siguiente que sintió fue algo parecido a ser tocado por el pétalo de la más hermosa flor del mundo, aterciopelado, dulce, gentil... los labios de Samuel sabían y se sentían muchísimo mejor de lo que había imaginado.

Subió sus manos hasta el cuello de Samuel en donde los dejó estar, fundiendo sus cuerpos en un apretado abrazo. Sus labios se movían al compás del viendo mientras que los latidos de sus corazones se unían formando un solo palpitar.

Ambos sabían que se estaban enamorando.

Suicida | wigettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora