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—Hola, Samu —dijo Guillermo con una sonrisa, sentándose al lado de Samuel—. Tienes unas ojeras enormes, ¿no dormiste bien?

—No creo que te importe, Guillermo.

—Puedes insultarme todo lo que quieras —dijo Guillermo—. Eso no me alejará de ti.

—Pues vaya que eres idiota.

—Sí, sí, gracias —dijo riendo—. Te traje el almuerzo.

—No necesito tu caridad.

—Mhm, amanecimos de mal humor hoy, ¿eh?

—Deja de molestarme ya, aléjate de mí.

—Efectivamente amanecimos de mal humor.

Guillermo rió divertido y golpeó levemente el brazo de Samuel.

Samuel frunció el ceño y bajó la mirada, clavándola en sus brazos. Una ligera sonrisa se dibujó en sus labios.

Suicida | wigettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora