Jugar

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La verdad que pensándolo bien puede que, en aquellos momentos, adolecería de un complejo de doble personalidad; como me había dicho Gonzalo, yo siempre había sido orgullosa y autosuficiente, pero la llegada a la ciudad me había hecho más dependiente de la gente que me rodeaba… Y puedo asegurar que no me arrepiento, porque las personas tienen que adaptarse a los lugares y las situaciones y ser capaces de pedir ayuda si lo creen necesario… Demasiados disgustos me costó en el pasado, ese orgullo trasnochado de querer hacerlo todo por mí misma.

            La gente que había conocido ese día en la fiesta me admitieron sin prejuicios e incluso Miriam y Luisa se abrieron de forma increíble… No es que fueran el prototipo de amigas que siempre había tenido, pero el esfuerzo encomiable por hacer sentir como en casa me gustó.

            Después está el asunto de Gonzalo; sé que algunos de vosotros me criticareis por haberme acostado con él a las primeras de cambio, pero nuestra historia viene de lejos… Nuestra especie de relación de “follamigos”, como decimos nosotros, empezó en el pueblo hace algunos años y sólo el hecho de que él se echara novia la interrumpió; no así nuestra amistad que seguía siendo fuerte, a pesar de que su ya ex novia tratara de mantenernos alejados, quizás porque sospechaba la enorme atracción que sentíamos pero sin imaginar hasta donde nos había llevado esa atracción.

            Unos meses de después su novia lo dejó, pero yo ya estaba enclaustrada en mi habitación tras esa decepción amorosa de la que, como os habéis dado cuenta, evito hablar en todo momento. Gonzo se marchó a la ciudad a estudiar la misma especialización que yo empezaba ahora.

-         Oye, ¿qué significa esto?- preguntó Gonzalo mientras se ponía la camiseta de basket y yo lo miraba desde mi sofá.

-         No te preocupes, nene… No te voy a pedir nada, ¿eh?- dijo un poco ofendida por la actitud pasota de mi amigo.

-         No me malinterpretes, Nat.- dijo sentándose a mi lado.- Es que, de verdad, no sé muy bien como pretendes que me lo tome; eres mi amiga, tú no eres otra cualquiera y no quiero que nuestra amistad se rompa… Sabes que te quiero mucho.

-         Sí, sí, ya lo he visto…- bromeé limpiándome su corrida de las tetas.

-         ¡Vamos, Nat! Estoy hablando en serio…

-         Mira, Gonzalo, a mí no tienes que tratarme como una de tus amigas; nos conocemos y sigo teniendo tan claro lo que hay entre nosotros como hace unos años… Sexo, y solo eso. Pasamos buenos ratos cuando nos apetezca a los dos, y siempre de tiempo en tiempo y mientras no tengamos pareja. Ya está, no hay más.

Mi amigo me miró y sonrió; mi cogió la cabeza y me dio un beso en la frente. Después se agachó a ponerse las zapatillas… Yo me levanté del sofá y me subí mis braguitas y me puse una camiseta ancha que había sobre el sofá, desde por la mañana.

-         ¿Quieres un café?- le dije yendo a la cocina y dejándolo en el sofá-

-         No, gracias… Voy a volver a la fiesta; esta noche duermo en casa de Dani.

-         ¿Y Miriam?- pregunté  en voz alta desde la cocina mientras preparaba la cafetera.

-         Pues no creo que se quede… Pero a lo mejor se llegan a tomarse algo.- dijo mientras entraba en la cocina y me cogía de la cintura.- ¿Estás celosa?

-         Eso es lo que tú quisieras, jajaja…- dije esquivando su caricia.- Más que celosa, estoy interesada.

-         ¿Interesada?

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