Mis ojos se abren, estoy sola en la misma habitación en la que desperté en la mañana, solamente que todo está más oscuro y callado, miro mi cuerpo y noto que aún llevó puesta la misma ropa, el frío me golpea repentinamente toco mi cabello y siento la humedad. Me incorporo en la cama hasta sentarme en la orilla de esta, exhalo el aire que llevo en los pulmones y frunzo el ceño al ver el vapor blanco.

Está muy frío.

La puerta suena y mis ojos se disparan a ella.–Pase.–digo en voz alta. Esta se abre y un Azael entra a la habitación con una sonrisa pero esta se borra al verme.–Estás pálida.

–Hace mucho frío.

Su vista viaja detrás de mí, miro detrás de mi hombro y veo una ventana, pero está cerrada.–Lo solucionaré.–lo miro extrañada, el arconte une sus manos formando una especie de triangulo entrelazado con sus dedos, Azael cierra los ojos y la temperatura comienza a subir.

–Creo que así está bien.–el rubio abre los ojos.–Gracias.

–Fue un placer.–un silencio llega y él comienza a moverse levemente en sus talones.–Empezaba a preocuparme por ti y pensé que tal vez ya estarías despierta.

–¿Qué hora es?

El arconte deja de moverse.–Son las dos de la mañana, cuando Nicolás te trajo en brazos pensé que te habían lanzado un maleficio pero resulta que tus trances cada vez son más recurrentes.

–Artemisa me llamó.–el arconte me mira con más interés y le señalo el espacio vacío que hay en la cama, Azael asiente y se acerca hasta sentarse junto a mí.–Esta vez fue muy extraño, yo estaba como en un bosque y habían niños corriendo...–comienzo a relatarle cada detalle de mi encuentro con la Diosa de la caza, termino y su rostro luce pensativo.–¿Tienes alguna idea de que era ese lugar?

El rubio truena sus dedos y ladea su cabeza a ambos lados.–Pueda.–responde, me mira y alzo una ceja.–Lo siento, yo... no estoy seguro. Conozco toda la historia,–el arconte hizo una pequeña mueca.–Bueno casi toda. En la antigua Grecia, como sabes, los Dioses comenzaron a cazar a sus hijos y ellos tenían un santuario, lo llamaban Clero, el Clero nunca fue encontrado pero los hijos ya sean mitad mortales o Dioses totalmente fueron encontrados, muertos. Quizás Artemisa te llevó a lo que vivió esa noche.

Eso no aclara mis dudas.–¿Por qué me mostraría esas cosas?

—¿Viste lo que provocó el chico del viento?–pregunta y asiento.–Ese era Eolo y es justamente por lo que ningún Dios debe regresar a la vida, su hambre de poder es insaciable y harían lo que sea con tal de tener a todos bajo su merced.

Noto la distancia entre ambos, en algún momento de mi relato me le he acercado, demasiado.–Gracias, por ayudarme.

—Es mi deber ayudarte, mantener la justicia y el orden como es.–eso lo explica todo.–Aparte, también es un placer.–termina por agregar dando un guiño.

Hasta ahora no había notado lo atractivo que es, visualmente hablando.–¿Por qué presiento que hay algo más en esa respuesta?–murmuro por lo bajo.

El arconte se acerca un poco más a mi rostro—Es lo que te puedo decir hasta ahora.—me susurra, su aliento hule a menta.

—Una figura celestial que maquilla las respuestas.—me sobresalto y ambos giramos la cabeza, Nicolás está debajo del umbral de la puerta.—¿Interrumpo?

—No.—respondo con rapidez.

—De hecho sí.—miro a Azael con confusión.

—Entonces llegué a tiempo.—desvié mi atención hacia el castaño y rodé los ojos.

Un rostro me llega a la mente lo que hace que me ponga inmediatamente en pie.–Necesito ver a Thomas.­­–cruzo por la habitación hasta llegar a la puerta.–Dime en donde está.

Transcendence la Profecía(Editando)Where stories live. Discover now