Capitulo 7.

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— ¿Y si buscamos Frank en internet?

— ¿Tienes idea de cuantos Frank's existen? pensemos en otra cosa— Gerard dijo, observando cómo su hermano menor y el castaño jugaban en la sala de estar.

— Descarta opciones, busquemos Frank's que hayan desaparecido en Jersey y sus al rededores— propuso Raymond, esta vez llamado la atención  del pelinegro.

Subieron hasta la habitación de Toro y buscaron en su computador "gente desaparecida". Había muchas personas, pero ninguna era Frank.

— Yo digo que debe tener nuestra edad, ¿por qué no buscas gente que haya nacido en esos años?— Ray asintió no estando del todo seguro. Más gente apareció pero ninguna era Frank.

— Oye Gee, ¿y si Frank no esa desaparecido?— cuestionó el de afro, Gerard lo incito a seguir— es decir, ¿y si a Frank lo desaparecieron a propósito? entonces obviamente no lo encontraremos en estos registros, porque nunca lo reportaron como perdido.

— ¿Tu crees que...?— pregunto el pelinegro y Raymond asintió.

— Esas personas que lo explotaban eran su familia.

Gerard bufó y se dejó caer de espaldas en la cama. Eso era un serio problema. No podían llevar a Frank con su familia porque lo volverían a explotar, pero tampoco podía quedarse con ellos. Faltaban unos días para que los señores Toro regresaran de sus vacaciones.

— ¿Qué vamos a hacer?— Ray preguntó  masajeando sus sienes.

— No tengo idea, quede en blanco.

— ¿Y si vuelve a tu casa?— propuso el de afro.

— ¿Estás loco? Donna casi hace una fiesta cuando lo saque del departamento. No podré volverlo a meter.

— Sabes que eres mi amigo y te ayudaré, pero no puede estar mucho tiempo aquí— musitó Ray con una mueca— ven, mejor vamos a ver que están haciendo los chicos.

Gerard asintió y se puso de pie. Sentía que su cabeza pesaba toneladas y que en cualquier momento iba a explotar. Llegaron hasta la sala de estar, los chicos estaban mirando dibujos animados.

— Hey Mikes, debemos regresar a casa— aviso el pelinegro. Al instante el de anteojos hizo un puchero.

— Otro ratito más, por favor— rogó y se aferró al brazo de Frank. Gerard bufó.

— 15 minutos, no más. Recuerda que le dijimos a Donna que íbamos al supermercado y llevamos cerca de dos horas aquí— dijo Gee y Mikey asintió feliz.

Raymond estalló en risas— ¿al supermercado, es en serio? él supermercado está frente a tu casa, Gee.

— No se me ocurrió un mejor pretexto, ¿está bien?— gruño el pelinegro.

— Vamos, ¿acaso no estás feliz? el pequeño Mikes por fin tiene un amigo, tendrá esa infancia que tanto anhela.

— Pero no sabemos nada de Frank, no es... seguro— murmuró.

— Oh cállate, solo estás celoso de que el pequeño pasa más tiempo con el— dijo Ray.

— ¿Yo? ¿celoso de que Mikey tengo un amigo?

— No, celoso de que se nota a mil metros de distancia que babeas por Frank— musitó Toro y al ver como su mejor amigo se ponía rojo, estalló en risas por segunda vez.

— Y-yo no babeo por Frank— dijo.

— Tu cara dice lo contrario.

Y antes de que Gerard lo golpeara, Raymond comenzó a correr por toda la casa con el pelinegro a sus espaldas. Como en los viejos tiempos, cuando eran solo dos niños inocentes.

                                (...)

Gerard caminaba como de costumbre con su manos dentro de los bolsillos de sus jeans. Aquellos 15 minutos en casa de Ray se habían hecho horas, por lo cual hasta apenas que había anochecido los Way volvían a su hogar.

Mikey daba brincos en los charcos de agua que había dejado la lluvia de hace unas horas mientras Gerard se perdía en sus pensamientos, aún no tenía idea de que iba a hacer.

Justo unos metros antes de llegar a su edificio, Gee los reconoció. Ahí estaban esos dos hombres gigantes en la entrada, esperándolo. El pelinegro paro en seco y obligó a Mikey a que lo hiciera de igual manera y se fueran a esconder detrás de un auto.

¿Qué hacían esos hombres ahí? ¿Por qué lo esperaban fuera de su edificio? la respuesta era fácil, era por Frank, pero ¿qué era lo que querían? habían hecho un trato, debían desaparecer de sus vidas.

Gerard tragó duro.

— ¿Quiénes son esos hombres?— pregunto Mikey asomándose discretamente, no se veían de fiar.

— Esos hombres le hicieron mucho daño a Frank, debemos cuidarnos de ellos— Gee susurró y el pequeño asintió.

Tuvieron que esperar escondidos casi 10 minutos hasta que los hombres se fueran, y aún así Gerard no estaba seguro de entrar. De hoy en adelante tendría que cuidarse muy bien, estaba en serios problemas.

Hard; frerardTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon