¿Cómo se las había arreglado para convencer a Blaine para levantarse, vestirse e ir por café? Eso era lo que Blaine no entendía.

Con mucho cuidado, se movió para tratar de conseguir quitarse algo de peso con los codos apoyados en la mesa y en la silla, y un gemido imparable arrancado desde su garganta. El tapón se curvaba justo ahí y no había manera en el infierno de que Blaine pudiera sentarse sin conseguir un muy intenso, demasiado ruidoso y muy público orgasmo. La sola idea hizo que su culo se apretara alrededor del juguete, empujándolo más adentro, y él mordió la parte interior de su mejilla para no gritar.

Respiraba con pequeños jadeos, tenía la vista borrosa, pero aún así se las arregló para susurrar.— Kurt, por favor. Te lo ruego, ¿podemos irnos ahora? Necesito, Dios... Kurt.

Y Kurt finalmente debió haber comprendido su desesperación porque no sólo se levantó y agarró la mano de Blaine, dejando su café, para llevarlo hacia la salida (Blaine intentaba con todas sus fuerzas caminar como si no estuviera siendo cogido a cada paso que daba), pero en realidad lo llevó a la estrecha callejuela, detrás de la abarrotada cafetería donde algunos contenedores de basura los escondían de la vista de los demás. Gracias a Dios. Blaine no pensaba que pudiera dar otro paso sin gemir.

Entonces el cuerpo de Kurt estaba empujándolo contra una pared, deslizando las manos en el trasero de Blaine para presionarlo más contra él y Blaine gimió a continuación, con el rostro escondido en el cuello de Kurt. Entre las manos de Kurt amasando su trasero y moviendo el juguete y la dura presión de su muslo, el mundo estaba girando, demasiado rápido como para hacer otra cosa que deshacerse, con la esperanza de ser capturado a pesar de las circunstancias o el lugar o el silencio poco característico de Kurt.

. . .

Fue raro después, incómodo de una manera que nunca había sido entre ellos. Kurt lo llevó por el corto camino a su apartamento, haciendo una mueca cada vez que Blaine dejaba escapar un silbido o se mordía el labio; el roce del tapón era casi insoportable ahora que la hipersensibilidad había cedido, y la húmeda incomodidad en sus pantalones lo hacía aún peor. Una vez en el interior -y Blaine nunca había estado tan agradecido por un ascensor en funcionamiento- Kurt habló por fin, sonando tan compungido que Blaine lo abrazaría si no tuviera otros asuntos más urgentes que atender.

— Dios, lo siento, Blaine. Fue una idea tan estúpida, lo siento, ¿estás bien? ¿Debería...? —Hizo un gesto vago e impotente hacia los pantalones de Blaine y Blaine sacudió rápidamente la cabeza. Necesitaba un momento a solas.

— Estoy bien, estoy bien. Iré a ducharme.

Kurt asintió, como si estuviera a punto de llorar, y Blaine forzó una pequeña sonrisa para tratar de consolarlo. Él realmente estaba bien, pensó mientras se encerraba en el baño, se deshacía de la ropa pegajosa y se metía en la ducha. Ardió cuando retiró el tapón con cuidado y tocó su borde estirado, pero esencialmente nada malo había pasado. Así que ¿por qué se sentía tan apagado?

El orgasmo, aunque intenso, se había sentido poco satisfactorio de alguna manera, como si algo importante hubiera faltado. EL comportamiento de Kurt también era diferente, se dio cuenta, convirtiendo el gel de baño de jengibre y limón en una espuma sobre su pecho. No todo el tiempo, no. Al principio... hm, ¿en el momento en que decidió lo del tapón? Probablemente, aunque Blaine no podía estar seguro por la forma en que su cerebro había sido sobrecargado con la necesidad.

Sin embargo, se sentía casi como si Kurt no quisiera hacérselo.

Blaine se quedó inmóvil, un hilo de espuma de shampoo encontró su camino hacia su ojo, pero él sólo se frotó distraídamente. No podía ser eso, ¿verdad? Porque minutos antes Kurt había parecido igual de desesperado por ello como Blaine. ¿Por qué cambiaría de opinión?

It's Not BabysittingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora